Estos días de confinamiento voluntario han sido de todo menos aburridos.
Hemos tenido que reinventarnos para no caer en la desesperación, y de allí que
nos han surgido una multitud de “deberes” que aunque siempre estuvieron allí,
se encontraban bien escondidos en el rincón de los pendientes.
¿Cuántos de nosotros hemos tenido que tomar alguno que otro de esos pendientes, que por fuerza hoy estamos obligados a atender?
No hace falta tenerlos en frente para saber que en gran medida la mayoría se encuentra en la misma situación. Ni decir tampoco que nos ofrecimos alegremente de voluntarios para realizar tales proezas. No es fácil retomar algo para lo cual se han invertido muchas excusas para hacerlo.
¿En verdad es importante retocar la pintura de esa pared que tiene dos años con el mismo color? ¿Seguro de que esa pila de libros encima de la cómoda entra en la biblioteca del estudio? ¿Será necesario reparar ese viejo estante que tiene tiempo a punto de caer pero que ha demostrado ser muy resistente al maltrato? ¿Hay que hacerlo hoy?, si ha esperado tanto ¿no puede esperar un poco más?
Es increíble la cantidad de excusas que solíamos esgrimir ante cada pregunta de estas, pero la que nunca faltaba era la del tiempo.
“No tengo tiempo” era la frase perfecta que acomodaba todo, que servía para postergar cualquier cosa que quisiéramos. Pero hoy en día esa frase ha perdido su poder, gracias a esta nueva realidad que vivimos.
Los caballeros estarán de acuerdo conmigo, que no existe una fuerza tan motivadora para realizar tareas pendientes, como lo es una esposa de carácter firme y con muy buena memoria.
Me siento muy privilegiado en este aspecto, debido a que vivo junto a mi familia en un apartamento no muy grande, el cual no genera tantos “pendientes” como una casa, sin embargo, el espacio para esconder los pocos que pueden surgir es muy pequeño, y por ende, deben solucionarse con mayor prontitud.
Bueno, lo cierto es que no se pueden ganar todas.
Y viendo todo esto de tareas pendientes, me hace recordar, de que hay situaciones en la misma condición. Situaciones que no se pueden postergar más en el tiempo, y que por mucho que no queramos, ameritan una solución rápida y oportuna. Algunas incluso son inevitables.
En nuestro devenir diario, constantemente somos sometidos a reaccionar ante ciertas circunstancias adversas, incluso, de la manera en la que menos lo deseamos.
En mayor o menor proporción, podemos ser acorralados a albergar sentimientos de rabia, rencor, decepción, etc. hacia algunas personas, principalmente, hacia aquellas que comparten nuestro entorno.
No es sencillo manejar los distintos caracteres de cada quien y mucho menos lo es, cuando así como nosotros, las demás personas también son acorraladas a sentir estos mismos sentimientos de rabia o frustración.
Queramos o no, estar bajo el mismo techo con una persona durante 24 horas continuas, por mas de dos meses de confinamiento, puede traer consigo una multiforme cantidad de situaciones, entre buenas y malas, pero al final de cuenta, es la forma en como nos enfrentamos a estas, lo que inclinará nuestra balance interna hacia un lado u otro.
Bien me lo enseño en alguna oportunidad un gran maestro, de los muchos
que se han cruzado en mi vida, cuando me dijo: “El rencor es un veneno muy
poderoso, que se lo toma una persona esperando (confiando) que seguramente el
otro se irá a morir…”
Aunque esto último suene un poco de broma, también tiene mucho de seriedad. Cuando dejamos que la rabia traspase los linderos de lo razonable, esta puede llegar a convertirse en un veneno que carcome por dentro a la persona que la sufre.
Suelo mencionar mucho en mis conferencias y talleres, tanto la frase como el versículo de la lámina anterior, porque me ocupa que las personas puedan responder inteligentemente a la adversidad que se les presente en el día a día.
La rabia nunca ha sido una buena motivación para tomar decisiones y mucho menos para abrir la boca.
El apóstol Santiago escribió una vez en el capitulo 3 de su carta, que la “lengua es un fuego muy pequeño que es capaz de encenderlo todo…”, y eso es en su estado normal, imaginemos por un momento que incluyamos un poco sentimiento de rabia o rencor… ¡así seria capaz de quemar todo el planeta!
En la lámina que leímos, hay una clara advertencia sobre la rabia. No podemos esperar a que pase el tiempo sin solucionar un problema de enojo.
No podemos dejarlo “pendiente” como esas otras actividades que por falta de tiempo no habíamos hecho hasta hoy.
Contrario a lo que muchos piensan, el enojo no se “pasará” solo. A veces subestimamos la capacidad particular que cada quien tiene de poder convertir una pequeña situación incomoda en un problema de gran magnitud.
En calidad de broma, solemos decir que las personas a veces se ponen “históricas”, que es una mezcla entre histeria y la remembranza de todo lo malo que pueda relacionarse o no con la situación que ha causado tal contratiempo.
Todos en algún momento nos ponemos “históricos”, porque no tomamos control a tiempo del enojo, y creyendo que se irá así como vino, nos olvidamos de que el “como vino” está relacionado con “algo que pasó”, es decir, que no vino solo.
Así como el enojo “vino” a nuestras vidas por causa de algo, hay que encontrar ese otro “algo” que nos ayude a liberarnos de el.
Cada quien tiene su sistema. Yo particularmente busco estar a solas y me siento a conversar conmigo mismo, de forma tal, que pueda escuchar mi propia voz quejándome o lamentándome de lo acontecido. Eso a mi me libera, pero no voy a mentirles diciendo que lo hago una única vez y se acabó. No señores, dependiendo del nivel de la “historia”, muchas veces tengo que tener sesiones conmigo mismo en más de una ocasión.
Están en su derecho de llamarme loco o de seguir mi ejemplo e intentarlo, pero cualquier método que no implique “descargarse” o “desquitarse” con alguien (o algo) es válido. Hay quienes tienen la posibilidad de tratar sus rabias con alguien más, en calidad de consejero o terapeuta, pero quienes no tienen ese privilegio, deben procurarse una salida parecida o cercana.
Controla la rabia no es un trabajo que pueda quedarse en los pendientes.
Lo cierto ante todo esto, es que no debemos permitir que pase el tiempo.
Un enojo mal curado, puede traer terribles consecuencias para las persona y para quienes les rodean.
Todos alguna vez hemos sido victimas del mal día de alguien más, por eso quizás deberíamos estar familiarizados en como nuestras “rabias” podrían causar daños a las otras personas. De eso se trata.
Las victimas de la rabia, no siempre son las causantes de la misma.
Tenemos el derecho como seres humanos y el permiso divino para sentir todas nuestras emociones a plenitud, pero estamos llamados igualmente a controlar y responsabilizarnos de las acciones que acometamos por causa de ellas.
Debemos evitar el “pecar”, y esto literalmente significa “errar”.
¿Cuándo erramos? Cuando dejamos que la rabia se desboque de nosotros y por ende nos dejemos arrastrar por ella, tomando malas decisiones.
Nadie nos juzga por sentir “rabia”, nos juzgan por lo que hacemos por causa de ella.
No podía hablarles sobre el enojo sin mencionar el pasaje que se
encuentra en esta la lámina.
Quién lo mira con las perspectiva equivocada, pudiera pensar que todo lo allí escrito es una exageración, pero me gustaría mucho que abriéramos nuestra mente un poco más allá y tratemos de visualizar el alcance que un sentimiento tan perturbador como la rabia puede tener.
La rabia sin control tiende a mutar en algo peor como lo es el autodesprecio, la conmiseración (“pobrecito yo”), depresión, e incluso el odio.
Para matar a alguien de forma física, primero debe haber una convicción en la mente de verlo muerto. Todo asesinato comienza en un sentimiento de enojo que se transforma en odio, es por eso que Jesús tipificó el rencor (tipo de enojo) como una especie de asesinato, por la conexión tan delgada entre ambos.
Quién es capaz de permitirse el odio hacia alguien, es capaz también de matarlo.
En esto no hay medias tintas. Debemos a prender a controlar nuestro enojo para que este no se transforme en algo peor.
Cuando permitimos que el enojo hacia alguien nos domine, entramos espiritualmente en una especie de dependencia o de esclavitud. Nos hacemos esclavo de la persona que odiamos, porque el enojo nos “ata” a ella.
Estoy muy de acuerdo con quienes piensan que los seres humanos manejamos
un tipo de “energía” que nos atrae o nos repele al mismo tiempo entre nosotros
mismos. Yo he entendido que esa “energía” es lo que en
Entre nosotros aprendemos a conectarnos con las energías del otro. Por eso, cuando nos enojamos con alguien, se crea un lazo espiritual, un vínculo que de no romperse con prontitud, se convierte en una fuente que va drenando nuestro ser interior.
Por eso, muchas personas que viven enojados o con rabia, tienden a enfermarse más o se mantienen constantemente adoloridos por algo.
Uno de los órganos que mas es atacado por una rabia no sanada es el corazón, y de allí se derivan la mayoría de los infartos al miocardio.
Al final del pasaje leemos una instrucción por demás interesante, que me permito parafrasear de esta manera: “si alguien está enojado contigo… ve y resuelve el problema con él…”.
Esto tiene que ver con la conexión que hay entre todos nosotros. Es muy probable que tú te sientas bien y que no hay ningún tipo de rencor albergado en tu corazón, pero puede pasar también, que exista un alguien que tu conoces, que sabes que está enojado contigo (no interesa si es con razón o no), y que por causa de esa situación se encuentra atado a ti en un sentimiento de rabia.
¿Qué hacer al respecto? La respuesta es tan sencilla como compleja.
Según la recomendación de Jesús, lo correcto es buscar a esa persona y tratar de “arreglar” esa situación para que puedan ser libres los dos.
¿Y si la persona no recibe el gesto de la forma en que espero? Definitivamente no lo sabremos hasta que lo hagamos. Por otro lado, no debería existir ningún problema de nuestra parte para hacerlo, ya que se supone que el enojo lo tiene el otro y no yo… pero la realidad es que cuesta mucho hacerlo ¿Por qué? Porque espiritualmente percibimos en el otro que las cosas no están bien, y eso nos intimida.
Es una cuestión de valor. No importa quien tenga la razón.
Otra gran maestro me enseñó una vez: “Hay momentos en que tener la razón podrá ser importante, pero en la mayoría de los casos es mas importante ser feliz, y ambas cosas casi nunca son posibles alcanzarlas al mismo tiempo…”
De esta última frase, cada quien debe asumir lo que mas le interesa: Ser
Feliz o Tener
Lo que determina una opción u otra es el valor que tengamos para asumir la salida correcta.
No quisiera influenciar sobre tu decisión, pero si te sirve mi ejemplo de algo, yo siempre escojo el “ser feliz” antes que el “tener la razón”.
Muy pocas cosas podían hacerme sentir tan mal en el pasado, como el
enojo de alguien cercano a mí. Por mucho tiempo cometí el error de asumir la
culpa de cada enojo o rabieta de las personas que quería, creyendo que era mi
responsabilidad hacerlas salir de esa situación.
Cada quien debe asumir su propia responsabilidad al respecto, y aunque eventualmente nos encontremos de manera voluntaria o involuntaria en el terreno de la causa del enojo (se lee: la culpa es mía), aún así, seguirá siendo asunto exclusivo de quien lo está padeciendo.
Si es nuestra culpa, pidamos perdón y tratemos en lo posible de resarcir el daño causado (retribución y restitución). El resto del tiempo dediquémoslo a sanar nuestras propias rabias, y en lo posible, evitar que nos vuelva a suceder.
Solo Dios puede tomar nuestras propias cargas, y eso solo sucede si estamos dispuestos a entregárselas, de lo contrario Él no podrá hacer nada.
En mis pláticas conmigo mismo, no solo uso el momento para quejarme o desahogarme, sino que además, aprovecho la mayor parte del tiempo para dialogar con Dios acerca de mi problema, y en ese instante es cuando le entrego mi carga, le dejo a sus pies todo mi equipaje. Confieso que a veces me quedo con el equipaje de mano (jejeje), pero en verdad es una excusa para volver otro día ;)
Lo importante, es que siempre podrás recurrir a Dios en el momento que tú lo desees. Él quiere llevar la carga por ti de tus rabias, y cuando dejamos que lo haga, hay una infinidad de maravillosos resultados que se producen en nosotros.
La paz que resulta de ese “despojo” de cargas, es inagotable e inigualable.
Como bien dicen: “Solo Dios satisface”
Finalizamos con este pasaje conocidísimo por todos, porque forma parte de la famosa oración del Padrenuestro.
Sólo quien ha sido perdonado de algo muy terrible sabe el valor verdadero del perdón.
¿Cómo podemos dirigirnos a Dios en oración si no estamos en la capacidad de perdonar a nadie?
Muchos usan la expresión: “yo perdono pero no olvido…”, y para ser sincero, hay más resentimiento en esa frase que en el mismo resentimiento que la provocó.
Ojala tuviésemos la capacidad de olvidar fácilmente todo aquello que nos ha hecho daño, pero el olvido no se produce jamás de forma automática, es una decisión que cada quien debe asumir.
Perdonar no implica olvidar de una vez. Esto es un proceso de aprendizaje que tiene el ritmo que cada quien pueda darle. ¿Se puede olvidar la ofensa de manera definitiva? Yo creo que es posible, y lo digo por experiencia propia.
El perdón es un asunto voluntario. Tú decides a quien y que perdonar. Es un proceso, donde lo primero que debemos atacar es el sentimiento de rabia, luego que lo hayamos superado es que podremos iniciar un proceso de perdón y luego de olvido, pero mientras no subsanemos el problema interior (enojo) no podremos avanzar en lo siguiente.
¿Cómo perdonar? ¿Cómo avanzar hacia una etapa de perdón que me lleve a olvidar lo sucedido? Primero debemos detener la rabia y sanar internamente.
Es un trabajo que no podemos dejar al pendiente.
Recuerda lo que leíamos al principio: “no dejes que la noche te sorprenda enojado…”
Un buen momento a solas con Dios y contigo mismo puede ayudarte muchísimo en esa tarea.
De esa forma estarás evitando un “asesinato” en tu mente, y crearás vínculos más saludables con las personas.
La confianza, así como el perdón son decisiones netamente personales. Una cosa es el perdón y la otra es la confianza. La segunda es de carácter más exclusivista, no a todos les brindamos el mismo nivel de confianza.
Olvidar sin rencor en tu corazón puede llevarte a cambiar tus parámetros de confianza, pero jamás permitas el cerrarte completamente a confiar en los demás.
Si logramos equilibrar el perdón con la confianza podremos llevar relaciones de vida más saludables.
Recuerda finalmente, que Dios a pesar de nuestros errores y fallas siempre nos ve con los mismos ojos de amor y confianza. Su perdón no está condicionado hacia nosotros.
Pedir que Dios nos perdone es una oración sin sentido, porque Él ya lo hizo desde hace muchísimo tiempo.
Partiendo de esto último, creo que tú y yo estamos en la misma condición de perdonar a los demás a la manera de Dios.
Ve y resuelve rápido ese trabajo pendiente, y sánate de tus enojos.
Espero decidas el ser feliz, por encima de todo.
Un abrazo a la distancia
Pastor César González