domingo, 31 de mayo de 2020

Trabajo Pendiente




Estos días de confinamiento voluntario han sido de todo menos aburridos. Hemos tenido que reinventarnos para no caer en la desesperación, y de allí que nos han surgido una multitud de “deberes” que aunque siempre estuvieron allí, se encontraban bien escondidos en el rincón de los pendientes.

¿Cuántos de nosotros hemos tenido que tomar alguno que otro de esos pendientes, que por fuerza hoy estamos obligados a atender?

No hace falta tenerlos en frente para saber que en gran medida la mayoría se encuentra en la misma situación. Ni decir tampoco que nos ofrecimos alegremente de voluntarios para realizar tales proezas. No es fácil retomar algo para lo cual se han invertido muchas excusas para hacerlo.

¿En verdad es importante retocar la pintura de esa pared que tiene dos años con el mismo color? ¿Seguro de que esa pila de libros encima de la cómoda entra en la biblioteca del estudio? ¿Será necesario reparar ese viejo estante que tiene tiempo a punto de caer pero que ha demostrado ser muy resistente al maltrato? ¿Hay que hacerlo hoy?, si ha esperado tanto ¿no puede esperar un poco más?

Es increíble la cantidad de excusas que solíamos esgrimir ante cada pregunta de estas, pero la que nunca faltaba era la del tiempo.

“No tengo tiempo” era la frase perfecta que acomodaba todo, que servía para postergar cualquier cosa que quisiéramos. Pero hoy en día esa frase ha perdido su poder, gracias a esta nueva realidad que vivimos.

Los caballeros estarán de acuerdo conmigo, que no existe una fuerza tan motivadora para realizar tareas pendientes, como lo es una esposa de carácter firme y con muy buena memoria.

Me siento muy privilegiado en este aspecto, debido a que vivo junto a mi familia en un apartamento no muy grande, el cual no genera tantos “pendientes” como una casa, sin embargo, el espacio para esconder los pocos que pueden surgir es muy pequeño, y por ende, deben solucionarse con mayor prontitud.

Bueno, lo cierto es que no se pueden ganar todas.

Y viendo todo esto de tareas pendientes, me hace recordar, de que hay  situaciones en la misma condición. Situaciones que no se pueden postergar más en el tiempo, y que por mucho que no queramos, ameritan una solución rápida y oportuna. Algunas incluso  son inevitables.

En nuestro devenir diario, constantemente somos sometidos a reaccionar ante ciertas circunstancias adversas, incluso, de la manera en la que menos lo deseamos.

En mayor o menor proporción, podemos ser acorralados a albergar sentimientos de rabia, rencor, decepción, etc. hacia algunas personas, principalmente, hacia aquellas que comparten nuestro entorno.

No es sencillo manejar los distintos caracteres de cada quien y mucho menos lo es, cuando así como nosotros, las demás personas también son acorraladas a sentir estos mismos sentimientos de rabia o frustración.

Queramos o no, estar bajo el mismo techo con una persona durante 24 horas continuas, por mas de dos meses de confinamiento, puede traer consigo una multiforme cantidad de situaciones, entre buenas y malas, pero al final de cuenta, es la forma en como nos enfrentamos a estas, lo que inclinará nuestra balance interna hacia un lado u otro.



Bien me lo enseño en alguna oportunidad un gran maestro, de los muchos que se han cruzado en mi vida, cuando me dijo: “El rencor es un veneno muy poderoso, que se lo toma una persona esperando (confiando) que seguramente el otro se irá a morir…”

Aunque esto último suene un poco de broma, también tiene mucho de seriedad. Cuando dejamos que la rabia traspase los linderos de lo razonable, esta puede llegar a convertirse en un veneno que carcome por dentro a la persona que la sufre.

Suelo mencionar mucho en mis conferencias y talleres, tanto la frase como el versículo de la lámina anterior, porque me ocupa que las personas puedan responder inteligentemente a la adversidad que se les presente en el día a día.

La rabia nunca ha sido una buena motivación para tomar decisiones y mucho menos para abrir la boca.

El apóstol Santiago escribió una vez en el capitulo 3 de su carta, que la “lengua es un fuego muy pequeño que es capaz de encenderlo todo…”, y eso es en su estado normal, imaginemos por un momento que incluyamos un poco sentimiento de rabia o rencor… ¡así seria capaz de quemar todo el planeta!

En la lámina que leímos, hay una clara advertencia sobre la rabia. No podemos esperar a que pase el tiempo sin solucionar un problema de enojo.

No podemos dejarlo “pendiente” como esas otras actividades que por falta de tiempo no habíamos hecho hasta hoy.

Contrario a lo que muchos piensan, el enojo no se “pasará” solo. A veces subestimamos la capacidad particular que cada quien tiene de poder convertir una pequeña situación incomoda en un problema de gran magnitud.

En calidad de broma, solemos decir que las personas a veces se ponen “históricas”, que es una mezcla entre histeria y la remembranza de todo lo malo que pueda relacionarse o no con la situación que ha causado tal contratiempo.

Todos en algún momento nos ponemos “históricos”, porque no tomamos control a tiempo del enojo, y creyendo que se irá así como vino, nos olvidamos de que el “como vino” está relacionado con “algo que pasó”, es decir, que no vino solo.

Así como el enojo “vino” a nuestras vidas por causa de algo, hay que encontrar ese otro “algo” que nos ayude a liberarnos de el.

Cada quien tiene su sistema. Yo particularmente busco estar a solas y me siento a conversar conmigo mismo, de forma tal, que pueda escuchar mi propia voz  quejándome o lamentándome de lo acontecido. Eso a mi me libera, pero no voy a mentirles diciendo que lo hago una única vez y se acabó. No señores, dependiendo del nivel de la “historia”, muchas veces tengo que tener sesiones conmigo mismo en más de una ocasión.

Están en su derecho de llamarme loco o de seguir mi ejemplo e intentarlo, pero cualquier método que no implique “descargarse” o “desquitarse” con alguien (o algo) es válido. Hay quienes tienen la posibilidad de tratar sus rabias con alguien más, en calidad de consejero o terapeuta, pero quienes no tienen ese privilegio, deben procurarse una salida parecida o cercana.

Controla la rabia no es un trabajo que pueda quedarse en los pendientes.

Lo cierto ante todo esto, es que no debemos permitir que pase el tiempo.

Un enojo mal curado, puede traer terribles consecuencias para las persona y para quienes les rodean.

Todos alguna vez hemos sido victimas del mal día de alguien más, por eso quizás deberíamos estar familiarizados en como nuestras “rabias” podrían causar daños a las otras personas. De eso se trata.

Las victimas de la rabia, no siempre son las causantes de la misma.

Tenemos el derecho como seres humanos y el permiso divino para sentir todas nuestras emociones a plenitud, pero estamos llamados igualmente a controlar y responsabilizarnos de las acciones que acometamos por causa de ellas.

Debemos evitar el “pecar”, y esto literalmente significa “errar”.

¿Cuándo erramos? Cuando dejamos que la rabia se desboque de nosotros y por ende nos dejemos arrastrar por ella, tomando malas decisiones.

Nadie nos juzga por sentir “rabia”, nos juzgan por lo que hacemos por causa de ella.

 


No podía hablarles sobre el enojo sin mencionar el pasaje que se encuentra en esta la lámina.

Quién lo mira con las perspectiva equivocada, pudiera pensar que todo lo allí escrito es una exageración, pero me gustaría mucho que abriéramos nuestra mente un poco más allá y tratemos de visualizar el alcance que un sentimiento tan perturbador como la rabia puede tener.

La rabia sin control tiende a mutar en algo peor como lo es el autodesprecio, la conmiseración (“pobrecito yo”), depresión, e incluso el odio.

Para matar a alguien de forma física, primero debe haber una convicción en la mente de verlo muerto. Todo asesinato comienza en un sentimiento de enojo que se transforma en odio, es por eso que Jesús tipificó el rencor (tipo de enojo) como una especie de asesinato, por la conexión tan delgada entre ambos.

Quién es capaz de permitirse el odio hacia alguien, es capaz también de matarlo.

En esto no hay medias tintas. Debemos a prender a controlar nuestro enojo para que este no se transforme en algo peor.

Cuando permitimos que el enojo hacia alguien nos domine, entramos espiritualmente  en una especie de dependencia o de esclavitud. Nos hacemos esclavo de la persona que odiamos, porque el enojo nos “ata” a ella.

Estoy muy de acuerdo con quienes piensan que los seres humanos manejamos un tipo de “energía” que nos atrae o nos repele al mismo tiempo entre nosotros mismos. Yo he entendido que esa “energía” es lo que en la Biblia se denomina: espíritu.

Entre nosotros aprendemos a conectarnos con las energías del otro. Por eso, cuando nos enojamos con alguien, se crea un lazo espiritual, un vínculo que de no romperse con prontitud, se convierte en una fuente que va drenando nuestro ser interior.

Por eso, muchas personas que viven enojados o con rabia, tienden a enfermarse más o se mantienen constantemente adoloridos por algo.

Uno de los órganos que mas es atacado por una rabia no sanada es el corazón, y de allí se derivan la mayoría de los infartos al miocardio.

Al final del pasaje leemos una instrucción por demás interesante, que me permito parafrasear de esta manera: “si alguien está enojado contigo… ve y resuelve el problema con él…”.

Esto tiene que ver con la conexión que hay entre todos nosotros. Es muy probable que tú te sientas bien y que no hay ningún tipo de rencor albergado en tu corazón, pero puede pasar también, que exista un alguien que tu conoces, que sabes que está enojado contigo (no interesa si es con razón o no), y que por causa de esa situación se encuentra atado a ti en un sentimiento de rabia.

¿Qué hacer al respecto? La respuesta es tan sencilla como compleja.

Según la recomendación de Jesús, lo correcto es buscar a esa persona y tratar de “arreglar”  esa situación para que puedan ser libres los dos.

¿Y si la persona no recibe el gesto de la forma en que espero? Definitivamente no lo sabremos hasta que lo hagamos.  Por otro lado, no debería existir ningún problema de nuestra parte para hacerlo, ya que se supone que el enojo lo tiene el otro y no yo… pero la realidad es que cuesta mucho hacerlo ¿Por qué? Porque espiritualmente percibimos en el otro que las cosas no están bien, y eso nos intimida.

Es una cuestión de valor. No importa quien tenga la razón.

Otra gran maestro me enseñó una vez: “Hay momentos en que tener la razón podrá ser importante, pero en la mayoría de los casos es mas importante ser feliz, y ambas cosas casi nunca son posibles alcanzarlas al mismo tiempo…”

De esta última frase, cada quien debe asumir lo que mas le interesa: Ser Feliz o Tener la Razón. decides cual es más importante para ti.

Lo que determina una opción u otra es el valor que tengamos para asumir la salida correcta.

No quisiera influenciar sobre tu decisión, pero si te sirve mi ejemplo de algo, yo siempre escojo el “ser feliz” antes que el “tener la razón”.



Muy pocas cosas podían hacerme sentir tan mal en el pasado, como el enojo de alguien cercano a mí. Por mucho tiempo cometí el error de asumir la culpa de cada enojo o rabieta de las personas que quería, creyendo que era mi responsabilidad hacerlas salir de esa situación.

Cada quien debe asumir su propia responsabilidad al respecto, y aunque eventualmente nos encontremos de manera voluntaria o involuntaria en el terreno de la causa del enojo (se lee: la culpa es mía), aún así, seguirá siendo asunto exclusivo de quien lo está padeciendo.

Si es nuestra culpa, pidamos perdón y tratemos en lo posible de resarcir el daño causado (retribución y restitución). El resto del tiempo dediquémoslo a sanar nuestras propias rabias, y en lo posible, evitar que nos vuelva a suceder.

Solo Dios puede tomar nuestras propias cargas, y eso solo sucede si estamos dispuestos a entregárselas, de lo contrario Él no podrá hacer nada.

En mis pláticas conmigo mismo, no solo uso el momento para quejarme o desahogarme, sino que además, aprovecho la mayor parte del tiempo para dialogar con Dios acerca de mi problema, y en ese instante es cuando le entrego mi carga, le dejo a sus pies todo mi equipaje. Confieso que a veces me quedo con el equipaje de mano (jejeje), pero en verdad es una excusa para volver otro día ;)

Lo importante, es que siempre podrás recurrir a Dios en el momento que tú lo desees. Él quiere llevar la carga por ti de tus rabias, y cuando dejamos que lo haga, hay una infinidad de maravillosos resultados que se producen en nosotros.

La paz que resulta de ese “despojo” de cargas, es inagotable e inigualable.

Como bien dicen: “Solo Dios satisface”



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Finalizamos con este pasaje conocidísimo por todos, porque forma parte de la famosa oración del Padrenuestro.

Sólo quien ha sido perdonado de algo muy terrible sabe el valor verdadero del perdón.

¿Cómo podemos dirigirnos a Dios en oración si no estamos en la capacidad de  perdonar a nadie?

Muchos usan la expresión: “yo perdono pero no olvido…”, y para ser sincero, hay más resentimiento en esa frase que en el mismo resentimiento que la provocó.

Ojala tuviésemos la capacidad de olvidar fácilmente todo aquello que nos ha hecho daño, pero el olvido no se produce jamás de forma automática, es una decisión que cada quien debe asumir.

Perdonar no implica olvidar de una vez. Esto es un proceso de aprendizaje que tiene el ritmo que cada quien pueda darle. ¿Se puede olvidar la ofensa de manera definitiva? Yo creo que es  posible, y lo digo por experiencia propia.

El perdón es un asunto voluntario. Tú decides a quien y que perdonar. Es un proceso, donde lo primero que debemos atacar es el sentimiento de rabia, luego que lo hayamos superado es que podremos iniciar un proceso de perdón y luego de olvido, pero mientras no subsanemos el problema interior (enojo) no podremos avanzar en lo siguiente.

¿Cómo perdonar? ¿Cómo avanzar hacia una etapa de perdón que me lleve a olvidar lo sucedido? Primero debemos detener la rabia y sanar internamente.

Es un trabajo que no podemos dejar al pendiente.

Recuerda lo que leíamos al principio: “no dejes que la noche te sorprenda enojado…”

Un buen momento a solas con Dios y contigo mismo puede ayudarte muchísimo en esa tarea.

De esa forma estarás evitando un “asesinato” en tu mente, y crearás vínculos más saludables con las personas.

La confianza, así como el perdón son decisiones netamente personales. Una cosa es el perdón y la otra es la confianza. La segunda es de carácter  más exclusivista, no a todos les brindamos el mismo nivel de confianza.

Olvidar sin rencor en tu corazón puede llevarte a cambiar tus parámetros de confianza, pero jamás permitas el cerrarte completamente a confiar en los demás.

Si logramos equilibrar el perdón con la confianza podremos llevar relaciones de vida más saludables.

Recuerda finalmente, que Dios a pesar de nuestros errores y fallas siempre nos ve con los mismos ojos de amor y confianza. Su perdón no está condicionado hacia nosotros.

Pedir que Dios nos perdone es una oración sin sentido, porque Él ya lo hizo desde hace muchísimo tiempo.

Partiendo de esto último, creo que tú y yo estamos en la misma condición de perdonar a los demás a la manera de Dios.

Ve y resuelve rápido ese trabajo pendiente, y sánate de tus enojos.

Espero decidas el ser feliz, por encima de todo.

Un abrazo a la distancia

Pastor César González




viernes, 29 de mayo de 2020

Con la Mente en Blanco



Meses atrás, revisando los canales que me ofrecía la televisión, me topé con un interesante programa donde se hablaba del poder de la mente. En dicho espacio, se encontraban un grupo de actores de Hollywood reconocidos, enfrentando lo que se llamaban retos mentales, llevados a cabo por un experto en el área de la sugestión y el hipnotismo.

Recuerdo como el llamado “mentalista” les pedía a los participantes que “pusieran su mente en blanco”, y eso hizo que me reencontrara con una imagen de mi pasado, cuando en un momento de mucha tensión emocional (benditas crisis de adolescencia), alguien (no recuerdo quien) me sugirió lo mismo, y aunque no estoy muy seguro de mis recuerdos, creo que le hice caso y aquello por lo que estaba pasando fue más fácil de llevar.

A lo largo de mi vida, no sé cuántas veces, me he encontrado en momentos de bastante tensión, y como a muchos, la multitud de pensamientos y de problemas han atiborrado mi mente, en un momento determinado, hasta el punto de sentirme como atrapado dentro de ella.

Poner la mente en blanco, es una técnica sugerida en muchos tipos de terapias mentales, para inducir a la persona que está bajo tratamiento, a que se “desconecte” de alguna forma de lo que le rodea, sobre todo, para que pueda “soltar” todo pensamiento que pueda bloquear de alguna manera el camino hacia una revelación interna.

Esta técnica busca principalmente, preparar la mente para ser “autosugestionada” con ideas y pensamientos que le permitan alcanzar algún tipo de visualización.

Aunque no tengamos conciencia de ello, todos en algún momento hemos tenido que sentarnos, para acomodar nuestros pensamientos en busca de una solución en particular, y poner la mente en blanco no es la única técnica que existe para hacer eso.

Los artistas, usan estas técnicas para desbloquearse ante una falta de inspiración.

Hoy en día, nos encontramos en una situación, donde el “pensar de más” se ha hecho parte de nuestra rutina diaria, porque ahora tenemos la excusa, de tener muchísimo tiempo para hacerlo.

Esta pandemia nos ha obligado a ser individuos más reflexivos y pensantes de lo que estábamos acostumbrados (¡buena por esa!), debido en parte, al gran tiempo ocioso del cual no disponíamos antes.

Ahora, tenemos la libertad de darle todo el tiempo que queramos a la “pensadera”. Mañana, tarde o noche, ya todo nos es igual. No hay días feriados, ni fines de semana, ni días laborales. Cada día y cada hora nos saben a lo mismo.

Interesante, es por demás esta situación que nos ha presentado, porque ahora que tenemos más tiempo para pensar, esto se nos está volviendo en nuestra contra, y eso por causa de que la mayoría de nuestros pensamientos están secuestrados por la ansiedad y el temor.

En la actualidad, estamos cercados de todo tipo de pensamientos, la mayoría de estos negativos, y si no disponemos de una buena técnica para controlarlos, esto puede llevarnos a desequilibrarnos en todo sentido.

Leonardo Davinci decía que “el que piensa poco, se equivoca mucho…”, pero también es cierto que “el que piensa mucho, nada hace…”.

Estos son los extremos de una misma situación, pero lo que sí es cierto, es que quien aprende a controlar sus pensamientos, puede controlar su destino… y de eso es de lo que queremos hablar en el día de hoy.

A través de este medio, hemos hablado mucho de la necesidad que tenemos de adaptarnos a los cambios que se avecinan, pero es muy difícil asumirlo y afrontarlo de la manera correcta, si no estamos conscientes de que requerimos cambiar nuestra forma de pensar.

En todo nuestro trayecto por la vida, se nos presentan distintas situaciones que nos obligan a cambiar nuestros pensamientos. 

Cuando decidimos contraer matrimonio, por ejemplo, debemos imperiosamente realizar cambios en nuestra forma de comportarnos y desenvolvernos. No es que dejemos de ser lo que “somos” en esencia, pero muy en el fondo sabemos que compartir la vida con alguien, implica muchas más cosas que tan solo irse a la cama con ella y tener hijos.

Y esto de tener hijos, es también un ejemplo de situaciones en donde uno cada quien debe aplicar y ajustar ciertas cosas en su vida para poder hacer el mejor papel posible.

Cuando me convertí en tío, recuerdo que fui como un padre para esos niños, y me aboqué por completo en ser la figura masculina complementaria para mis sobrinos, y muy en mi interior, creía que “yo era como su padre” (pero no lo soy, y nunca lo fui)

Cuan diferente fue cuando tuve mi primer hijo. Fue un bombazo total a mi vida.  No es lo mismo ser la figura masculina complementaria, que ser el “papa” de mi hijo.

Mi vida cambió, porque mi mente cambió (y tenía que hacerlo). Todos los conceptos de paternidad que había leído en la multitud de libros que tenía al respecto, no me sirvieron de nada. Todos esos libros me enseñaron sobre “el padre que quería ser”, pero fue mi hijo quien me enseñó realmente “el padre que puedo ser”.

No hay nada más valioso que la experiencia, pero lo es aún más, una mente dispuesta a adaptarse y a reprogramarse para afrontar nuevos retos.

Necesitamos reprogramar nuestras mentes y crear nuevos códigos internos que nos habiliten para lo que viene delante.

Es como si necesitáramos en verdad poner nuestras mentes en blanco, para poder reescribir cada línea de pensamiento, y cada idea en nosotros.

Sinceramente, no creo que sea una cosa que podamos hacer una única vez, tampoco creo que es algo que pueda hacerse de manera permanente. Lo que sí estoy seguro, es que, si no lo hacemos, si no damos cabida a nuevos pensamientos, no podremos avanzar por encima de nuestra situación presente.

Cambiar nuestra forma de vivir empieza por cambiar lo que pensamos.

Vivir pensado en lo que fue o en lo que pudo ser, no nos dejará cabida para pensar en lo que sí podemos ser.

Se requiere cambiar una idea para transformar todo lo que está a tu alrededor.

Si mantenemos la visión de ver todo esto como una tragedia (aunque así lo fuera), cosecharemos de ese pensamiento, una vida de desgracias.

Pensamientos negativos traen consigo una vida de negación. Si metemos basura a nuestro cerebro, viviremos en un basurero, y tendremos vida de indigentes.

No en vano está escrito que “todo lo que sembramos eso mismo recogeremos”. No podemos aspirar sembrar manzanas para obtener peras.

El problema radica principalmente, en que tenemos nuestra mente tan ocupada con cosas inútiles y negativas, que hacen imposible que un pensamiento fresco y positivo pueda entrar en ellas, y si lograse entrar, son tantos los contrarios que termina siendo expulsado o desterrado de nosotros.

Es tan contradictorio, que necesitados de un pensamiento fresco, esperanzador, vivo, positivo, etc. terminemos desechándolo de forma automática, por considerarlo inapropiado, iluso e inclusive inconveniente.

Requerimos un “reseteo” completo de nuestra mente.

Solo las personas con pensamientos puros (positivos) pueden pensar de manera positiva.

Estamos acostumbrados a juzgar todas las cosas desde la perspectiva de lo que hay en nuestras cabezas.

Pensamos lo que somos y somos lo que pensamos. Juzgamos a las personas y las situaciones según nuestro propio cristal. Muchas veces ese cristal está muy sucio o roto.

Como bien dicen: “solo vemos lo queremos ver…”, y esa visión de las cosas, no está en la vista, sino en nuestra mente.

Vemos más con la cabeza que con los ojos.

Nunca he sido partidario de los tatuajes, y reconozco que hace muchos años sentía cierta repulsividad por las personas que se los hacían. Hoy en día, no ha cambiado mi gusto por los tatuajes, pero si lo ha hecho mi perspectiva sobre las personas tatuadas.

¿Por qué sucedió eso? Porque entendí primeramente, que mi rechazo se debía a una asociación equivocada en mi mente, en donde un “tatuado” era sinónimo de criminal.

¿Cuándo acabó todo eso?, cuando me acerqué por primera vez a una persona con esas características, y me di la oportunidad de reconocer en él, a una maravillosa persona, que al igual que yo, tenía defectos como también virtudes.

Mi mente estaba corrompida por un pensamiento equivocado. ¿de dónde vino ese pensamiento? Es muy probable que haya sido parte de la crianza de mis padres o producto del cine de bandoleros, tal vez del colegio, de un amigo o de mis propios miedos… a la verdad, ya no importa de dónde vino todo eso, lo realmente valedero es que decidí cambiar un único pensamiento, y eso cambio mi perspectiva de las personas.

Parece mentira, pero cuando decides dar un solo y único paso por primera vez, resulta que lo que pareció un cambio insignificante, terminó siendo algo más trascendente de lo que yo pensaba, porque descubrí que los “tatuados” era solo la punta del iceberg de los prejuicios que yo manejaba, y esta experiencia me enseñó a enfrentarlos.

Existe gran cantidad de información que venimos manejando desde nuestra niñez, estructuras mentales formadas en nosotros desde antes de que nazcamos. Algunas de estas estructuras son el producto de las malas experiencias de nuestros antepasados, y que fueron heredadas a nosotros en forma de fobias, rencores, hábitos, costumbres, tradiciones, creencias, etc.

No todo lo que viene de nuestros antepasados es malo, pero es necesario tener la madurez y la determinación necesaria para juzgar qué cosa lo es y que no.

Muchos de esos esquemas se originaron o se reforzaron en los hogares, escuelas, comunidades, etc., pero depende de nosotros, y solo de nosotros, asumir con cual nos quedamos.

¿Cuál sería la clave para determinar esto último? Revisa el efecto que cada pensamiento de estos tiene en tu vida, y allí determinarás con cual debes quedarte y a cuál renunciar.

Todos nosotros luchamos a diario con este tipo de ideas. Algunas están tan arraigadas que se vuelven casi imposible deshacerse de ellas. Son como parásitos pegados a nuestro cerebro.

En otra lección nos abocaremos a hablar sobre como “desapegarnos de esos pensamientos”, pero por ahora es necesario que comprendamos la necesidad de hacerlo.

Hoy es muy común encontrar en internet, información sobre la programación neurolingüística (PNL). ¿De qué habla el PNL?  A groso modo, nos enseña a como condicionar nuestras actitudes en base al lenguaje que manejamos en nuestra mente. Esta es una herramienta muy poderosa, que me permito recomendar, porque bien aplicada puede ayudarnos a cambiar nuestra forma de pensar y a encontrar el potencial en nosotros para mejorar nuestras vidas.

Pero mucho antes de que existiese el PNL, Dios ya había dispuesto para nosotros un cúmulo de técnicas para mejorar nuestro nivel de pensamiento, y para acercarnos más, al pleno conocimiento de nuestro diseño, a ese entendimiento superior sobre nosotros mismos que solo el creador puede revelarnos.

Dios nos diseñó para conectarnos plenamente a su pensamiento. Todo lo que no proviene de la mente de Dios, es un despropósito.

Debemos orientar nuestra mente a pensar de la forma en como Dios piensa. Parece imposible pero no lo es, porque no depende de posibilidades, sino de diseño, y tanto tú como yo fuimos diseñados para conectar con Él.

¿Que entorpece entonces, que podamos conectarnos con el pensamiento de Dios? Es precisamente el cúmulo de esos pensamientos infructuosos que aún llevamos en nuestra mente.

Requerimos con urgencia, borrar nuestra mente, y aunque eso sea imposible del todo, lo que si es posible, es que nos descarguemos uno por uno cada pensamiento, y lo sustituyamos por un equivalente nuevo y mucho mejor.

Eso es desaprender para aprender.

No es suficiente con desechar un pensamiento inútil, es necesario sustituirlo por uno completamente opuesto.

Esta es la clave que nos permitirá avanzar en el desarrollo de pensamientos evolucionados.

Cuando encontramos en nosotros la capacidad de sentarnos por un momento a meditar sobre cada pensamiento que llega a nuestra mente. Cuando aprendemos a filtrar esos pensamientos a través del esquema de lo verdadero, digno, justo, puro, amable, honorable, virtuoso y elogiable; entonces podremos tener un mayor control sobre lo que finalmente conformará nuestra estructura mental.

¿Esto que está pasando por mi mente es verdad? ¿tiene algo de justo? ¿es un pensamiento puro o está contaminado por mis temores?... son solo algunas de las preguntas que debemos hacernos ante cada situación o conflicto en nuestra mente.

Los pensamientos son como las aves, ellas pueden revolotear sobre nuestra cabeza, pero somos nosotros los que les permitimos hacer nido en ellas.

No podemos andar por la vida, aceptando codo tipo de ideas en nosotros, mucho menos si estas no pasan el filtro antes descrito.

Debemos darle más oportunidad a la meditación, como una herramienta para ajustar nuestros pensamientos.

Esto no es pensar por pensar, ni mucho menos pensar en los problemas.

Medita en todas las opciones que realmente tienes y no en todos los problemas que te están atormentando.

Dedica tu tiempo en meditar sobre todas esas estructuras de tu crianza que “debes cambiar” para que tu vida sea mejor.

Medita en el tipo de vida que quieres tener de ahora en adelante y cuales son todos tus potenciales para alcanzarla.

Medita en el hecho tangible de que has sido diseñado para conectarte con Dios de forma natural, y que por lo tanto estás en la capacidad de “pensar como Él”.

Has un “stop” en tu vida en este instante, apártate un momento del celular, desconéctate de las conversaciones negativas, apaga la TV, deja lo que tengas que dejar en el momento, pero primordialmente, busca en que forma empoderarte de tu tiempo, y comienza a tomar control de todo lo que piensas.

Si crees que estás en el mejor momento de tu vida, entonces te auguro que alcanzarás todo el potencial que requieres para hacerlo realidad.

Toma control de tu mente, no dejes que la negatividad haga nido en tu vida…

Vive, crece y piensa feliz…

Muchas bendiciones

Pastor César González

 


miércoles, 20 de mayo de 2020

Sujeto de Prueba


Nada más tierno y conmovedor que la mirada de ese inocente hámster que protagoniza nuestra portada en el día de hoy. Su rostro refleja el miedo por no conocer la suerte de su destino. ¿Cuántos de nosotros nos hemos sentido alguna vez así?

“Es necesario reinventarse para no morir…”

No sé quien fue el primero que dijo esto (¿acaso sería el hámster?), pero hoy más que nunca esta vigente.

Lo que estamos viviendo hoy nos obliga a considerar cada día, e impulsarnos a cambiar nuestra forma de pensar.

Se ha dicho hasta el cansancio, y yo lo he dicho muchas veces por acá, que este mundo está cambiando muy aceleradamente, y en adelante estaremos viviendo una “nueva normalidad”, que no será ni de lejos parecida a la que vivimos antes de esta pandemia.

Hoy la OMS (Organización Mundial de la Salud) estima que el COVID-19 permanecerá aún más tiempo del que imaginamos, no solo  en el ambiente sino también en nuestras vidas.

Las sociedades y sus economías se están moviendo hacia esa nueva realidad. Actividades como el teletrabajo, el comercio electrónico, el servicio de delivery, y el de educación a distancia, si bien ya estaban muy presentes en nuestra sociedad, hoy han encontrado una mayor presencia debido al confinamiento voluntario que nos ha tocado vivir.

Ya ante esta situación ¿Cómo estamos nosotros? ¿En que punto nos encontramos? A la verdad cada quien tendrá su respuesta, pero me arriesgo al decir, que de forma general, aún no lo hemos entendido.

Sin embargo, existen muchas personas en el mundo, que están visionando ese nuevo mañana, y ya hoy, afirman de forma muy categórica, que el mundo ya no es el mismo… y yo les creo.

Esto ha sido como una especie de experimento mundial, donde al parecer nos pusieron a prueba a todos sin querer. Es como si nos hubiesen encogidos a todos para meternos en un tubo de ensayo, y estamos pasando por distintas pruebas para determinar de que estamos hechos o en que nos convertiremos finalmente.

Parece en verdad como si estuviesen construyendo un mundo nuevo y quisieran probarlo con nosotros.

Particularmente, en el país donde vivimos, estamos experimentando diversos tipos de pruebas. Muchas dificultades para encontrar alimentos, para tener servicios públicos acordes a nuestras necesidades, y aún menos que sean cónsonos con la situación que estamos experimentando ante esta pandemia.

 


¿Qué se está poniendo realmente a prueba? ¿Quien lo esta haciendo?

Según el pasaje que acabamos de leer, lo que está siendo evaluado en el microscopio es nuestra fe.

¿Y que es la fe?

En el idioma original en que fue escrita esa parte de la Biblia, la palabra fe viene del vocablo griego: “pistis”, el cual se traduce literalmente: confianza.

Según esto, lo que en verdad se pone a prueba es el  nivel de confianza que tenemos, y sobretodo, en donde o en quien esta depositada esa confianza.

Dice el mismo pasaje, que el propósito de esa prueba de confianza es producir la paciencia en nosotros, y la paciencia, cuando esté completa nos hará mas “perfectos y cabales”.

Esto al oído humano suena a una locura, pero desde el punto de vista de Dios, tiene su lógica divina, porque está enmarcado en su propósito.

La paciencia como tal, no es algo innato en el ser humano. Es producto de un proceso interno que refleja entre otras cosas el dominio de nuestras emociones. Por muchos años en mis charlas y conferencias he hablado sobre lo que yo creo que es la definición de la paciencia. Para mí, la paciencia es la “ciencia de la paz”, es decir, que en su contexto, la paciencia es la paz elaborada o construida de manera consciente y sistemática.

A mi parecer, la paz que se alcanza por el mero hecho de tener todo tu entorno controlado no es tan duradera como aquella que se logra en el interior de nosotros mismos. Eso es lo que yo denomino paciencia, y ésta, como hemos visto, solo es alcanzable cuando nuestra confianza en Dios y en nosotros mismos es puesta a prueba, y cuando por supuesto, salimos victoriosos de ella.

¿Cuando sabremos que hemos avanzado ante una circunstancia? Cuando a pesar de la situación  que enfrentamos, alcanzamos esa paz interna, y evolucionamos hacia un ser mas maduro (perfecto) y apto (cabal) para enfrentar la vida.

Ese es el resultado al que debemos aspirar, ese es el verdadero cambio que debemos encontrar en nosotros.

Lograr esa “perfección” en nosotros solo es posible, cuando por un lado entendamos que lo que estamos viviendo es solo una prueba de  nuestra confianza, y que de salir victoriosos, alcanzaremos la paz completa que nos hará sentirnos más seguros de  nosotros mismos y sobretodo de Dios.



Curiosamente, el siglo pasado, estuvo marcado también por muchos otros acontecimientos que marcaron el rumbo del mundo en todos los niveles, pero nada mas determinante que las dos primeras guerras mundiales, que no solo trajeron dolor y sufrimiento a grandes escalas, sino que además, propiciaron el surgimiento de organismos mundiales como la ONU, creada esta, para velar por la unión y la paz de los pueblos del mundo.

Las guerras trajeron consigo muchos cambios. En Europa por ejemplo, una gran cantidad de emigrantes salieron huyendo de las zonas de conflicto hacia otras latitudes, buscando un “cambio” para sus vidas, encontrando refugio y seguridad en otras regiones, como por ejemplo en América Latina.

Eso lo cambió todo. La economía se encontraba a pique en muchas naciones, sobre todo en aquellas devastadas por la guerra. Millones de personas fueron desplazadas de sus hogares y luego volvieron a encontrarse con ciudades en ruinas… con sus casas destruidas...

Muchos lo perdieron todo, pero incluso daban gracias por haber sobrevivido y por tener la oportunidad de comenzar de nuevo, y así lo hicieron. Quienes lo lograron,  lo hicieron convencidos de que podían hacerlo, y que debían hacerlo desde cero.

No fue una tarea fácil, pero nos demostraron históricamente que todo es posible con determinación, unión y mucha fe.

Muchos también lograron empezar de nuevo desde el lugar a donde migraron, y luego de algunos años de mucho trabajo, pudieron construir grandes negocios que aun hoy en día son prósperos.

América Latina fue unos de eso lugares donde la gran mayoría de emigrantes europeos y asiáticos encontraron un nuevo comienzo.

Hoy no nos enfrentamos ante una guerra (gracias a Dios) pero muchos han sentido que de verdad estamos peor. Pero a quienes piensan así, yo les invito a reflexionar al respecto, y a que le pregunten a ese sin número de inmigrantes que tienen muchos años en su país. Ellos les podrían contar cosas verdaderamente atroces, porque nunca podremos comparar lo presente con una tragedia tan terrible como una guerra.

No significa que debemos minimizar lo que esta sucediendo, nunca lo diré, pero si debemos darle la justa dimensión.

Cada quien tiene su propia tragedia, y quizás en la vida de cada uno se estén dando muchas guerras o pandemias particulares. Como lo dije en una oportunidad, el problema mas grande esta en nosotros.

Si queremos asumir lo presente como una especia de guerra, entonces asumamos también del mismo modo, adquirir la misma capacidad de estas sociedades posguerras, para poder enfrentar la situación actual de la manera correcta, con miras a reconstruir nuestras vidas, y acorde a los cambios que se están dando.

El mundo entero esta evolucionando hoy, y nosotros tenemos que hacerlo con el, porque si no moriremos.

Podríamos esperar a que todo esto acabe para empezar de nuevo, pero lo cierto es que debemos comenzar desde ya a hacer los cambios en nosotros.

Este experimento social al que parecemos estar sometidos de momento, no va a cesar de la noche a la mañana, si no hasta que cumpla el propósito de su existencia.

Sea creada o accidental, esta pandemia nos está arrinconando indefectiblemente a ajustarnos  como seres humanos, individuos, personas, familias, sociedades, ciudadanos, etc.

Es muy probable que debamos cambiar en adelante la forma en como trabajamos, estudiamos, compramos, vendemos, etc. pero eso es parte del precio que hay que pagar. Ya no seremos los mismos y debemos entenderlo así.

En estos días, en una conversación con mi hijo de seis años, me hizo reflexionar muchísimo. El me preguntó cuando seria el día que podría salir a la calle para poder estrenar el nuevo tapabocas que le regalaron. Uno como padre se incomoda el solo pensar que sus hijos tengan que pasar por esta situación, pero si lo vemos desde el punto de vista de ellos, veremos que sus mentes están mas preparadas para el cambio que  nosotros.

Un nuevo tapabocas implica en la mente de un niño, una “nueva cosa” que puede usar. El tapabocas ahora es parte de la vestimenta de cada uno de nosotros.

Cuando debo salir a la calle veo por todos lados gente con tapabocas, de distintos colores, tamaños y tipos. Hay algunos realmente originales. Aunado a esto y en calidad de broma, alguien sugirió una colección de tapabocas con lentejuelas y bordados especiales para regalarlos el Día de las Madres.

Señores eso no es solo broma, es una realidad. La moda esta cambiando, y no nos sorprendamos cuando el día de mañana veamos lo que están haciendo actualmente firmas como Kalvin Clain, Carolina Herrera, Epeka, etc.… están haciendo tapabocas para todo el mundo. Ya mañana no será importante si usas tapabocas o no, sino de que marca es.

Y eso es solo el comienzo de todo lo que esta por venir.

Lo único constante en la vida es el cambio, y nuestro deber no es aceptarlo o entenderlo, es estar preparado para eso, y estar dispuesto a caminar con él.


 

No conozco en verdad que pudo haber pasado por la mente de todas esas personas que sobrevivieron a la guerra, no se que tipo de consigna o filosofía los llevo a reconstruirse como nación, sociedad y personas, pero estoy seguro que lo que eso fuera, ese algo que los movía, era muy grande, y estaba dentro de ellos.

Puede que hayan recibido mucha ayuda de otras naciones, incluso, que hayan podido apalancarse a través de auxilios económicos, convenios internacionales, etc., pero no hay fuerza más grande para salir de la ruina que aquella que viene de dentro de ti.

En una oportunidad fui con unos amigos a un viaje de playa, allí nos animamos a montarnos en una de esas balsas llamadas “banana”, para divertirnos un rato. La intención real de ese juego es ver cuanto aguantas agarrado de la balsa antes de caer al agua. Es cómico ver al final como todos nos caemos de distintas formas graciosas, porque por mucho que tú te agarres siempre tendrás que “tragar un poco de agua”. El asunto es que con chaleco salvavidas no hay el peligro de que uno se hunda, y por lo tanto no habría ahogados por causa de ese juego. Pero siempre hay alguien que no lo entiende así y una vez en el agua se desespera por temor y cree que se va a ahogar, y comienza a agarrarse del compañero de al lado,  poniendo ciertamente su vida y la del otro en riesgo.

En ese momento, por mucho que tú le digas que no se va a ahogar, que tiene que estar tranquilo, no  se va a tranquilizar. Lo mejor en esos casos es separarse de la persona y dejar que la misma se de cuenta de que esta a salvo.

En ese mismo sentir estamos muchos hoy en día.

Por mucho que uno les grite a los demás de que las cosas van a cambiar pero que todo va a estar bien, jamás lo van a entender. No importa cuantos chalecos salvavidas tenga encima, ni que tan cercano estén de la orilla, el miedo por la posibilidad de morir ahogados no lo dejará ver lo que tiene en sus manos para sobrevivir.

Dentro de ti esta la respuesta. ¿Hace falta que te lo grite? ¿Por qué no mejor te lo gritas a ti mismo? Recuerda que tienes todo dentro de ti para no ahogarte con esta situación.

Los cambios pueden abrumarte, siempre y cuando no aprovechas este momento para prepararte y afrontarlos con confianza.

Es un reto que debemos asumir hoy, y no dejarlo para mañana.

No es sencillo el hacerlo, pero con determinación y con la confianza en Dios, y en ti mismo, lo podrás lograr.

Recuerda que hay muchas personas que lo han logrado en peores circunstancias.

Siempre hay una forma y oportunidad para empezar de nuevo. Sea cual sea tu situación.

Si te quedaste sin trabajo, si estas pasando por un divorcio, si no salieron las cosas bien en un negocio… aun con tu ciudad en ruinas, todo es posible si crees que puedes lograrlo…

Atrévete a ser de aquellos que aceptamos los cambios y se preparan para ellos.

Aprovecha para evolucionar a una mejor versión de ti mismo

No hay guerra, pandemia o situación que te robe la oportunidad de ser más perfecto y cabal…

Di conmigo: ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece…!

Dios bendiga tu vida


Pastor Cesar González


domingo, 10 de mayo de 2020

La Mejor de Todas




Proverbios 31:29  "Mujeres buenas hay muchas,  pero tú eres la mejor de todas." 

Seguro estoy, que para un día como hoy, no existe una mejor frase que pueda servir a manera de introducción al tema del cual hablaremos en este momento.

A expensas de que a muchos les parezca este día como un pretexto más para impulsar el comercio y la venta de productos, debemos considerar que hay una gran parte de personas (la gran mayoría son mamá), que le dan a este particular día una importancia por demás relevante, muchas veces incluso hasta sobre dimensionada, pero a mi parecer, ambos puntos de vista se deben respetar y aceptar.

 Sin embargo este Día de las Madres, tiene una connotación muy particular, a razón de la cuarentena social, voluntaria y necesaria; que debemos mantener por causa de la pandemia mundial que estamos padeciendo.

Es en este punto donde el asunto de esta celebración toma más valor. Este distanciamiento social, ha provocado que muchos nos sintamos como desprendidos y hasta separados de las cosas que nos gustan y de las personas que amamos.

Bien dice el adagio de que “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde (o lo siente perdido)”, y de allí se desprende, que sintamos aún más este distanciamiento, sobretodo cuando se nos priva de la oportunidad de poder estar con ese ser tan especial para nosotros al que llamamos: Mamá.

 ¿Cuántos hay que se encuentran lejos de sus madres y que hoy anhelan estar a su lado para poder abrazarla, besarla, sacarla a comer, etc.?

Hay quienes tienen a sus madres viviendo en la misma ciudad, pero por las mismas razones que ya conocemos se ven imposibilitados de poder estar con ella.

¿Qué el Día de las Madres es todo los días? Pues sí, si lo es… o por lo menos debería serlo. Sería fabuloso que todos los días fueran de la Madre, como también que todos sean el día del Padre, el del niño, de los abuelos, de la familia. ¿Y porque no hacemos que todos los días sean Navidad? ¿y que tal Jueves y Viernes Santos? ¿Qué tal si todos fueran Domingos?...

Esto me hace recordar mucho, la escena del cuento de Alicia en el País de la Maravilla, donde el sombrerero celebraba cada día con sus amigos, el Día de No Cumpleaños.

Eso me hace preguntarme algo ¿será necesario buscar un pretexto para celebrar o festejar las cosas importantes para nosotros? Yo pienso que no, pero lamentablemente,  a veces requerimos de estímulos externos o recordatorios para hacer “paradas” en nuestra rutina diaria. Paradas necesarias que nos permitan ver alrededor, las cosas y las personas que son importantes para nosotros. Momentos especialmente reservados para prestar la debida atención a lo que realmente importa…  las personas que nos importan.

Parafraseando esto mismo, podemos decir que vivimos un “gran parón”. Un momento particular tanto en nuestra historia personal como en la del mundo, donde estamos siendo objeto de una introspección, no solo a nivel personal, sino también a nivel social, familiar y  en lo matrimonial. Estamos siendo “obligados” por decir de un modo, a convivir más de las horas acostumbradas con las personas con las que deberíamos sentirnos mucho más que felices de estar todo el día.


Se han difundido mucho por las redes sociales en calidad de broma, de que existen esposas, esposos, padres e hijos a punto de colapsar por estar tanto tiempo encerrados en casa con los otros miembros de su familia, en serio, ni nos imaginamos cuanto de eso es verdad.

Pero lo que también es verdad, es que muchos (incluyéndome) han podido reencontrarse con sus seres queridos a causa de esta situación. Muchos matrimonios a punto de colgar los guantes, consumidos por el afán del día a día, hoy están reconstruyendo sus relaciones de pareja, y así se han salvado de caer al precipicio. Hoy en día, muchos padres están conociendo mejor a sus hijos, y viceversa. Haciendo tareas en casa, jugando, viendo TV, hablando, leyendo…pero juntos.

Es que la vida pasa aceleradamente, y todos evolucionamos, pero al hacerlo de manera individual, nos perdemos unos de otros en el camino. Hay que aprovechar para evolucionar juntos, y esta situación se presenta como una gran oportunidad para hacerlo.

Muchos niños, por causa de las distintas situaciones del día a día, aún viviendo en la misma casa con sus padres, estos están ausentes. ¿Porque esta situación? Porque nos perdemos los momentos de estar juntos. Porque no aprovechamos cada oportunidad para celebrar la vida y para gozarnos mutuamente en el otro. Eso está pasando hoy en día, esa es la verdadera pandemia.

 La vida es la sumatoria de momentos, y una vida feliz, es la sumatoria de momentos felices. ¿Quiénes protagonizan junto a nosotros esos momentos felices?


Hoy estamos mas cerca de los que amamos. Hoy estamos encontrando aun mejores razones para seguir adelante, y esas razones están en las personas que  tenemos cerca. Hoy ya no están las barreras de la ocupación y del oficio, ni los limites que en el afán del día a día aumentaban sus lindeles. Es  la oportunidad para ser realmente lo que debemos ser.

Por eso estoy convencido de que debemos aprovechar bien el tiempo (Efesios 5.16), y celebrar siempre que se pueda, cada día con la importancia que queramos darle.

El valor que tiene  algo o alguien para nosotros, solo podemos dárselo nosotros  mismos.

Uno de los grandes secretos de la felicidad, es poder conjugar y disfrutar de los momentos importantes con las personas importantes para nosotros. Y… ¿Cuáles son esos momentos importantes? Los que cada quien defina y construya, para si mismo y para los suyos.

Contrario a los que muchos piensan, los buenos momentos no llegan de forma fortuita o al azar. No son producto de accidentes de la casualidad o de la buena suerte. Los buenos y felices momentos se construyen con determinación, fe, optimismo y mucho amor.

Hoy nos juntamos casi de manera sincronizada con gran parte del planeta a homenajear a esos seres maravillosos, que son la representación más cercana que tenemos de lo que es el amor de Dios: nuestras mamás.

Este día, es muy significativo para muchos de nosotros, incluso para quienes ya no tenemos a nuestra madre en este plano de existencia. Pero, aunque la muerte es inevitable, las personas que amamos son eternas, gracias a los momentos especiales que acompañan a nuestros recuerdos. Esos momentos son imborrables. Nos causan mucho tipo de sensaciones distintas. Lloramos, reímos, nos emocionamos… simplemente revivimos y sentimos cada instante como si fuera el presente… Eso es lo que los hace tan especiales. 

Como hijo siempre traté en lo posible de disfrutar todo lo que pudiera con mi mamá. No solo en el día de la madre, sino cada vez que tuviese o creara la oportunidad. Cuando lamentablemente se enfermó, recuerdo a profundidad cada día que estuve junto a ella haciendo guardia en la clínica. No era el momento más especial, ni más feliz, ni más gozoso, pero aún así, tuve que transformarlo en eso mismo. Sabía que era cuestión de tiempo para que todo acabara. El sufrimiento terminaría, los exámenes de laboratorio, y las noches de clínica. Pero también entendí, que se acabarían  las oportunidades para estar con ella, para abrazarla, para darle un beso, para escuchar su voz, para decirle: “te amo”.

No quiero que me mal interpreten. Yo no esperaba seguir haciendo todo eso a costa del sufrimiento de mi mamá. El amor por alguien te lleva incluso a aceptar la perdida del ser que amas, por el simple hecho de no verlo sufrir.

¿Qué me quedaba entonces? Solo tenia el momento, el ahora, tal cual como lo es hoy.


¿Cuando será ese momento especial que necesitamos? Ese momento es ya. No hay mañana garantizado, solo tenemos el ahora. 

Era mi decisión en  ese cuarto de clínica hacer de ese un momento especial o de tragedia. Yo decidí por lo primero, a pesar del dolor que tenía frente a mí. Era un honor y un privilegio que nadie me podía arrebatar, y no lo cambiaría por nada en el mundo, ni en ese momento y mucho menos ahora. 

¿Qué momento estás pasando ahora? ¿Estás frente a la muerte de un ser querido?  ¿O estás acaso “encerrado” con tu familia, en tu casa, por culpa de una pandemia que te obliga a estar con los tuyos, todas las horas y todos los días? 

La tragedia es del tamaño que tú decidas. La felicidad también. Un momento tonto e insignificante  a tus ojos, como pintar caritas con tu hijo en un papel, puede convertirse en el recuerdo más maravilloso de toda su vida. 

Como padre, he tratado de sembrar en mis hijos que cada día es importante, y que hay que estar agradecido y celebrarlo a plenitud. Los cumpleaños se celebran todos aunque sea con pequeños gestos como un desayuno especial. Una torta no es más importante que el cariño. Un chocolate puede ser el regalo mas genial que existe. Trato de inculcarles que aún un dibujo hecho con sus propias manos es el regalo más maravilloso que existe para alguien que nos ama. Quiero que aprendan a celebrar aunque no haya dinero. Que la felicidad no es tener el bolsillo lleno sino el corazón. 

Debemos aprender a celebrar desde la posición del agradecimiento por lo que tenemos, sobretodo por las personas que están a nuestro lado. 

En la historia hay madres muy buenas, unas que no lo fueron tanto, y otras que de verdad nunca se esforzaron por serlo. Pero indistintamente de su condición, la mayoría de nosotros, se siente orgulloso de la madre que le tocó. 

Todos piensan que su mamá es la mejor del mundo. Y todos tienen derecho de pensar así, y no estar equivocado. Porque hay un solo mundo para ti y para mí… y ese mundo está habitado por nuestras personas especiales. 

Esta es la razón, por la que hoy estamos celebrando, y es un muy  buen momento para soltar todas esas maravillosas expresiones de amor y afecto que hay dentro de nosotros. 

Toma este momento como pretexto, para presentarte a esa persona especial en tu vida. Indistintamente si es tu mamá, tu papá, tu esposa, tus hijos, un amigo. Cada persona especial en tu vida merece tu atención, necesita sentirse especial para ti.

Hoy el Día de las Madres se nos presenta como una excusa para volcar todo nuestro amor hacia ese ser maravilloso, y para mí, fue el pretexto perfecto para hablarte sobre todas las personas importantes de tu vida, y sobre los momentos de calidad que puedes ofrecerles.

Nada más maravilloso que escuchar de los labios de alguien a quien tú sabes que le importas, que de todas sus personas especiales… tú eres la mejor de todas. 

Ve, aprovecha bien el tiempo que Dios te ha regalado, y construye momentos importantes para ti y para los tuyos.

Quiero despedirme de ti con un mensaje muy poderoso, que espero pueda transformar tu vida así como lo ha hecho con la mía.


Nos vemos en una próxima oportunidad.

Muchas felicidades a esas madres maravillosas, y bendiciones para todos…


Pastor César González