viernes, 29 de mayo de 2020

Con la Mente en Blanco



Meses atrás, revisando los canales que me ofrecía la televisión, me topé con un interesante programa donde se hablaba del poder de la mente. En dicho espacio, se encontraban un grupo de actores de Hollywood reconocidos, enfrentando lo que se llamaban retos mentales, llevados a cabo por un experto en el área de la sugestión y el hipnotismo.

Recuerdo como el llamado “mentalista” les pedía a los participantes que “pusieran su mente en blanco”, y eso hizo que me reencontrara con una imagen de mi pasado, cuando en un momento de mucha tensión emocional (benditas crisis de adolescencia), alguien (no recuerdo quien) me sugirió lo mismo, y aunque no estoy muy seguro de mis recuerdos, creo que le hice caso y aquello por lo que estaba pasando fue más fácil de llevar.

A lo largo de mi vida, no sé cuántas veces, me he encontrado en momentos de bastante tensión, y como a muchos, la multitud de pensamientos y de problemas han atiborrado mi mente, en un momento determinado, hasta el punto de sentirme como atrapado dentro de ella.

Poner la mente en blanco, es una técnica sugerida en muchos tipos de terapias mentales, para inducir a la persona que está bajo tratamiento, a que se “desconecte” de alguna forma de lo que le rodea, sobre todo, para que pueda “soltar” todo pensamiento que pueda bloquear de alguna manera el camino hacia una revelación interna.

Esta técnica busca principalmente, preparar la mente para ser “autosugestionada” con ideas y pensamientos que le permitan alcanzar algún tipo de visualización.

Aunque no tengamos conciencia de ello, todos en algún momento hemos tenido que sentarnos, para acomodar nuestros pensamientos en busca de una solución en particular, y poner la mente en blanco no es la única técnica que existe para hacer eso.

Los artistas, usan estas técnicas para desbloquearse ante una falta de inspiración.

Hoy en día, nos encontramos en una situación, donde el “pensar de más” se ha hecho parte de nuestra rutina diaria, porque ahora tenemos la excusa, de tener muchísimo tiempo para hacerlo.

Esta pandemia nos ha obligado a ser individuos más reflexivos y pensantes de lo que estábamos acostumbrados (¡buena por esa!), debido en parte, al gran tiempo ocioso del cual no disponíamos antes.

Ahora, tenemos la libertad de darle todo el tiempo que queramos a la “pensadera”. Mañana, tarde o noche, ya todo nos es igual. No hay días feriados, ni fines de semana, ni días laborales. Cada día y cada hora nos saben a lo mismo.

Interesante, es por demás esta situación que nos ha presentado, porque ahora que tenemos más tiempo para pensar, esto se nos está volviendo en nuestra contra, y eso por causa de que la mayoría de nuestros pensamientos están secuestrados por la ansiedad y el temor.

En la actualidad, estamos cercados de todo tipo de pensamientos, la mayoría de estos negativos, y si no disponemos de una buena técnica para controlarlos, esto puede llevarnos a desequilibrarnos en todo sentido.

Leonardo Davinci decía que “el que piensa poco, se equivoca mucho…”, pero también es cierto que “el que piensa mucho, nada hace…”.

Estos son los extremos de una misma situación, pero lo que sí es cierto, es que quien aprende a controlar sus pensamientos, puede controlar su destino… y de eso es de lo que queremos hablar en el día de hoy.

A través de este medio, hemos hablado mucho de la necesidad que tenemos de adaptarnos a los cambios que se avecinan, pero es muy difícil asumirlo y afrontarlo de la manera correcta, si no estamos conscientes de que requerimos cambiar nuestra forma de pensar.

En todo nuestro trayecto por la vida, se nos presentan distintas situaciones que nos obligan a cambiar nuestros pensamientos. 

Cuando decidimos contraer matrimonio, por ejemplo, debemos imperiosamente realizar cambios en nuestra forma de comportarnos y desenvolvernos. No es que dejemos de ser lo que “somos” en esencia, pero muy en el fondo sabemos que compartir la vida con alguien, implica muchas más cosas que tan solo irse a la cama con ella y tener hijos.

Y esto de tener hijos, es también un ejemplo de situaciones en donde uno cada quien debe aplicar y ajustar ciertas cosas en su vida para poder hacer el mejor papel posible.

Cuando me convertí en tío, recuerdo que fui como un padre para esos niños, y me aboqué por completo en ser la figura masculina complementaria para mis sobrinos, y muy en mi interior, creía que “yo era como su padre” (pero no lo soy, y nunca lo fui)

Cuan diferente fue cuando tuve mi primer hijo. Fue un bombazo total a mi vida.  No es lo mismo ser la figura masculina complementaria, que ser el “papa” de mi hijo.

Mi vida cambió, porque mi mente cambió (y tenía que hacerlo). Todos los conceptos de paternidad que había leído en la multitud de libros que tenía al respecto, no me sirvieron de nada. Todos esos libros me enseñaron sobre “el padre que quería ser”, pero fue mi hijo quien me enseñó realmente “el padre que puedo ser”.

No hay nada más valioso que la experiencia, pero lo es aún más, una mente dispuesta a adaptarse y a reprogramarse para afrontar nuevos retos.

Necesitamos reprogramar nuestras mentes y crear nuevos códigos internos que nos habiliten para lo que viene delante.

Es como si necesitáramos en verdad poner nuestras mentes en blanco, para poder reescribir cada línea de pensamiento, y cada idea en nosotros.

Sinceramente, no creo que sea una cosa que podamos hacer una única vez, tampoco creo que es algo que pueda hacerse de manera permanente. Lo que sí estoy seguro, es que, si no lo hacemos, si no damos cabida a nuevos pensamientos, no podremos avanzar por encima de nuestra situación presente.

Cambiar nuestra forma de vivir empieza por cambiar lo que pensamos.

Vivir pensado en lo que fue o en lo que pudo ser, no nos dejará cabida para pensar en lo que sí podemos ser.

Se requiere cambiar una idea para transformar todo lo que está a tu alrededor.

Si mantenemos la visión de ver todo esto como una tragedia (aunque así lo fuera), cosecharemos de ese pensamiento, una vida de desgracias.

Pensamientos negativos traen consigo una vida de negación. Si metemos basura a nuestro cerebro, viviremos en un basurero, y tendremos vida de indigentes.

No en vano está escrito que “todo lo que sembramos eso mismo recogeremos”. No podemos aspirar sembrar manzanas para obtener peras.

El problema radica principalmente, en que tenemos nuestra mente tan ocupada con cosas inútiles y negativas, que hacen imposible que un pensamiento fresco y positivo pueda entrar en ellas, y si lograse entrar, son tantos los contrarios que termina siendo expulsado o desterrado de nosotros.

Es tan contradictorio, que necesitados de un pensamiento fresco, esperanzador, vivo, positivo, etc. terminemos desechándolo de forma automática, por considerarlo inapropiado, iluso e inclusive inconveniente.

Requerimos un “reseteo” completo de nuestra mente.

Solo las personas con pensamientos puros (positivos) pueden pensar de manera positiva.

Estamos acostumbrados a juzgar todas las cosas desde la perspectiva de lo que hay en nuestras cabezas.

Pensamos lo que somos y somos lo que pensamos. Juzgamos a las personas y las situaciones según nuestro propio cristal. Muchas veces ese cristal está muy sucio o roto.

Como bien dicen: “solo vemos lo queremos ver…”, y esa visión de las cosas, no está en la vista, sino en nuestra mente.

Vemos más con la cabeza que con los ojos.

Nunca he sido partidario de los tatuajes, y reconozco que hace muchos años sentía cierta repulsividad por las personas que se los hacían. Hoy en día, no ha cambiado mi gusto por los tatuajes, pero si lo ha hecho mi perspectiva sobre las personas tatuadas.

¿Por qué sucedió eso? Porque entendí primeramente, que mi rechazo se debía a una asociación equivocada en mi mente, en donde un “tatuado” era sinónimo de criminal.

¿Cuándo acabó todo eso?, cuando me acerqué por primera vez a una persona con esas características, y me di la oportunidad de reconocer en él, a una maravillosa persona, que al igual que yo, tenía defectos como también virtudes.

Mi mente estaba corrompida por un pensamiento equivocado. ¿de dónde vino ese pensamiento? Es muy probable que haya sido parte de la crianza de mis padres o producto del cine de bandoleros, tal vez del colegio, de un amigo o de mis propios miedos… a la verdad, ya no importa de dónde vino todo eso, lo realmente valedero es que decidí cambiar un único pensamiento, y eso cambio mi perspectiva de las personas.

Parece mentira, pero cuando decides dar un solo y único paso por primera vez, resulta que lo que pareció un cambio insignificante, terminó siendo algo más trascendente de lo que yo pensaba, porque descubrí que los “tatuados” era solo la punta del iceberg de los prejuicios que yo manejaba, y esta experiencia me enseñó a enfrentarlos.

Existe gran cantidad de información que venimos manejando desde nuestra niñez, estructuras mentales formadas en nosotros desde antes de que nazcamos. Algunas de estas estructuras son el producto de las malas experiencias de nuestros antepasados, y que fueron heredadas a nosotros en forma de fobias, rencores, hábitos, costumbres, tradiciones, creencias, etc.

No todo lo que viene de nuestros antepasados es malo, pero es necesario tener la madurez y la determinación necesaria para juzgar qué cosa lo es y que no.

Muchos de esos esquemas se originaron o se reforzaron en los hogares, escuelas, comunidades, etc., pero depende de nosotros, y solo de nosotros, asumir con cual nos quedamos.

¿Cuál sería la clave para determinar esto último? Revisa el efecto que cada pensamiento de estos tiene en tu vida, y allí determinarás con cual debes quedarte y a cuál renunciar.

Todos nosotros luchamos a diario con este tipo de ideas. Algunas están tan arraigadas que se vuelven casi imposible deshacerse de ellas. Son como parásitos pegados a nuestro cerebro.

En otra lección nos abocaremos a hablar sobre como “desapegarnos de esos pensamientos”, pero por ahora es necesario que comprendamos la necesidad de hacerlo.

Hoy es muy común encontrar en internet, información sobre la programación neurolingüística (PNL). ¿De qué habla el PNL?  A groso modo, nos enseña a como condicionar nuestras actitudes en base al lenguaje que manejamos en nuestra mente. Esta es una herramienta muy poderosa, que me permito recomendar, porque bien aplicada puede ayudarnos a cambiar nuestra forma de pensar y a encontrar el potencial en nosotros para mejorar nuestras vidas.

Pero mucho antes de que existiese el PNL, Dios ya había dispuesto para nosotros un cúmulo de técnicas para mejorar nuestro nivel de pensamiento, y para acercarnos más, al pleno conocimiento de nuestro diseño, a ese entendimiento superior sobre nosotros mismos que solo el creador puede revelarnos.

Dios nos diseñó para conectarnos plenamente a su pensamiento. Todo lo que no proviene de la mente de Dios, es un despropósito.

Debemos orientar nuestra mente a pensar de la forma en como Dios piensa. Parece imposible pero no lo es, porque no depende de posibilidades, sino de diseño, y tanto tú como yo fuimos diseñados para conectar con Él.

¿Que entorpece entonces, que podamos conectarnos con el pensamiento de Dios? Es precisamente el cúmulo de esos pensamientos infructuosos que aún llevamos en nuestra mente.

Requerimos con urgencia, borrar nuestra mente, y aunque eso sea imposible del todo, lo que si es posible, es que nos descarguemos uno por uno cada pensamiento, y lo sustituyamos por un equivalente nuevo y mucho mejor.

Eso es desaprender para aprender.

No es suficiente con desechar un pensamiento inútil, es necesario sustituirlo por uno completamente opuesto.

Esta es la clave que nos permitirá avanzar en el desarrollo de pensamientos evolucionados.

Cuando encontramos en nosotros la capacidad de sentarnos por un momento a meditar sobre cada pensamiento que llega a nuestra mente. Cuando aprendemos a filtrar esos pensamientos a través del esquema de lo verdadero, digno, justo, puro, amable, honorable, virtuoso y elogiable; entonces podremos tener un mayor control sobre lo que finalmente conformará nuestra estructura mental.

¿Esto que está pasando por mi mente es verdad? ¿tiene algo de justo? ¿es un pensamiento puro o está contaminado por mis temores?... son solo algunas de las preguntas que debemos hacernos ante cada situación o conflicto en nuestra mente.

Los pensamientos son como las aves, ellas pueden revolotear sobre nuestra cabeza, pero somos nosotros los que les permitimos hacer nido en ellas.

No podemos andar por la vida, aceptando codo tipo de ideas en nosotros, mucho menos si estas no pasan el filtro antes descrito.

Debemos darle más oportunidad a la meditación, como una herramienta para ajustar nuestros pensamientos.

Esto no es pensar por pensar, ni mucho menos pensar en los problemas.

Medita en todas las opciones que realmente tienes y no en todos los problemas que te están atormentando.

Dedica tu tiempo en meditar sobre todas esas estructuras de tu crianza que “debes cambiar” para que tu vida sea mejor.

Medita en el tipo de vida que quieres tener de ahora en adelante y cuales son todos tus potenciales para alcanzarla.

Medita en el hecho tangible de que has sido diseñado para conectarte con Dios de forma natural, y que por lo tanto estás en la capacidad de “pensar como Él”.

Has un “stop” en tu vida en este instante, apártate un momento del celular, desconéctate de las conversaciones negativas, apaga la TV, deja lo que tengas que dejar en el momento, pero primordialmente, busca en que forma empoderarte de tu tiempo, y comienza a tomar control de todo lo que piensas.

Si crees que estás en el mejor momento de tu vida, entonces te auguro que alcanzarás todo el potencial que requieres para hacerlo realidad.

Toma control de tu mente, no dejes que la negatividad haga nido en tu vida…

Vive, crece y piensa feliz…

Muchas bendiciones

Pastor César González

 


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