domingo, 16 de agosto de 2020

Apaga el Enojo (2da parte)

Para algunos, sería fabuloso poder controlar toda su vida desde la comodidad de su sillón favorito, con tan solo apretar un botón.

Aunque hoy en día, la tecnología nos brinda una gama muy amplia de opciones que nos permiten satisfacer en cierta medida dicha “necesidad" o deseo, no existe tal cosa como una aplicación o dispositivo que nos resuelva el problema de controlar nuestras emociones.

Somos seres diseñados para sentir con libertad y para  interactuar con individuos semejantes, a fin de complementar nuestro desarrollo y aprendizaje emocional.

Todo lo que vivimos a diario es necesario para nuestro crecimiento como individuos, por eso es imposible, que podamos "saltarnos" muchas de esas situaciones que nos incomodan o nos ponen a prueba como seres humanos.
 
En la primera parte de este tema, aprendimos que el enojo, pese a ser visto como una emoción no tan agradable como otras, no puede calificarse como buena o mala, ya que, forma parte de nuestro sistema de defensa emocional, por lo cual, es importante y necesaria para nosotros.

El objetivo principal de esta lección y de la parte anterior, es hacernos conscientes y responsables de las consecuencias que conlleva un enojo mal encausado o controlado, y a partir de ese punto, aprender a aplicar distintas herramientas que nos ayuden a este propósito.

Usando la Biblia como punto de referencia, encontramos dos (2) principios esenciales para controlar el enojo. 

El primero de estos principios, está relacionado con la aplicación de técnicas para reducir o minimizar los efectos del enojo, evitando sobretodo, el desarrollo y fortalecimiento de los pensamientos gobernantes, que a la larga son los que determinan nuestros juicios de valor. 

Lo segundo que aprendimos en la parte anterior, está relacionado con el tiempo de espera que debemos darnos para resolver nuestros problemas de enojo. Concluimos que mientras más tiempo tardemos en comprometernos a resolver el problema de enojo, estamos más propensos a incrementarlo. Apaciguar la reacción no implica apagar el enojo. 

Con todo esto en mente, iniciamos así, la segunda y última parte de nuestro tema de análisis.

 
Soy defensor a ultranza de que "la mejor forma de ganar una guerra, es evitarla", y de eso precisamente nos habla uno de los proverbios anteriormente citados.

No hay nada más incendiario en una situación conflictiva, que las palabras cargadas de enojo. Es como una explosión en cadena. En una discusión cualquiera, una ofensa puede recibir una respuesta igual o peor, y cuando las palabras ya no cumplen el propósito de dañar al contrario, entonces la situación escala a otros niveles. 

El enojo tiende a esconderse siempre en la violencia, primero por medio de las palabras, y luego de forma física.

La experiencia me ha permitido descubrir una poderosa verdad, que me ha servido como herramienta para vencer el enojo: la palabra blanda.

En mi país, cuando alguien intenta entablar una discusión con nosotros acompañado de una mala actitud, decimos que lleva "piedras en las manos" o ganas de pelear, y ante esa situación, activamos de forma automática el enojo como mecanismo de defensa, creyendo en el subconsciente, que con una respuesta igual estaremos en la oportunidad de vencer al contrario.

La respuesta común de nuestras mentes es: gritar a quien nos alza la voz, insultar al que nos ofende, golpear si nos tocan, fruncir el seño al que nos habla con un rostro nada agradable, etc. En líneas generales, terminamos respondiendo muchas veces de manera sobredimensionada, ante una situación de conflicto. 

¿Por qué lo hacemos? Seamos sinceros, casi siempre una discusión se torna más una guerra de orgullos, que una confrontación de criterios. 

En un conflicto, no todos ganan, pero siempre hay muchos que sufren. Una actitud ofensiva hacia alguien que está enojado, es la peor estrategia que se pueda usar para resolver un problema.

Cuando alguien llega ante nosotros con "piedras en las manos", debemos ver con claridad, que lo que lleva consigo, más que un arma para atacarnos, es en realidad una inmensa carga, que imposibilita a esa persona el evolucionar en la solución de su problema.

Quien vive enojado, lo hace desde dentro de sí mismo, por lo cual, vive también con mucha carga de resentimientos en su corazón. Es alguien que está pidiendo ayuda desesperadamente, porque sus juicios de valor fueron trastocados, y ante la amenaza, la mejor respuesta que tiene es el ataque.

¿Qué puedo decir para calmar a una persona enojada? 

De entrada te sugiero que jamás le grites a esa persona: "¡cálmate!"... eso nunca ha funcionado.

Es necesario mantener una actitud apacible ante una situación de enojo. Debemos tratar de ayudar a la persona enojada a "soltar sus cargas", y no a intercambiar las suyas por las nuestras. Para lograrlo, debemos hacer uso de alguna frase que le permita al otro bajar sus defensas. Expresiones como:

"Sé que estas muy enojado, y no te culpo por ello. Tienes derecho a estarlo...”

"Quiero que sepas que a pesar de lo que estamos pasando en este instante, te amo hoy igual que siempre..."

"Antes de que comiences a hablar, déjame decirte que entiendo perfectamente como te sientes..."

"Siéntate un momento, para que podamos hablar con tranquilidad..."

Es mucho más exitoso, tratar de empatizar con la persona enojada. Se deben usar palabras que te permitan conectar con sus emociones sin perder por ningún momento el control. No parece sencillo, pero si usas la técnica de la simulación que te enseñé en la primera parte, podrías ir entrenando tu mente para ello. 

Lo importante es lograr que esta persona pueda bajar un poco el tono de su enojo (reacción). No importa quien tenga la razón, no se trata de demostrar nada. Cuando queremos en realidad ayudar al otro, debemos evitar la búsqueda de culpables. La idea es restaurar a la persona, y si es posible, restaurar también el vinculo con ella. 

Tal y como lo dice el segundo proverbio de la lamina anterior, quien es capaz de retardar su ira, es una persona inteligente, a lo contrario se le llama necedad. 

Se requiere más inteligencia y amor para salir victorioso en una rencilla, que usar gritos y golpes.

De allí el valor que tiene esta tercera herramienta que te damos en el día de hoy. Tiene que ver mucho con las dos primeras, porque preparar nuestra mentalidad para enfrentar el enojo requiere de mucha anticipación y esfuerzo.

Esta anticipación a los conflictos, nos permitirá tener un arsenal de palabras y expresiones que nos ayudarán a resolverlos, mucho antes de que sucedan. 

Estamos conscientes de que no es sencillo calmar el enojo en nosotros, y muchos menos en otra persona, pero el camino hacia lo segundo se inicia en hacernos responsables de lo primero.

Si tienes afán por superar a otra persona en una confrontación, entonces responsabilízate de tu enojo y apágalo inteligentemente. 

Lamentablemente, el enojo se propaga de forma rápida y espontánea, no así la inteligencia emocional; sin embargo, siempre hay la posibilidad de que esta pueda ser aprendida, sobretodo si existe alguien que la modele para nosotros. 

Tú puedes ser un agente de cambio en este mundo. En una sociedad tan violenta como la nuestra, necesitamos gente de paz que nos enseñe un camino distinto y mejor.

Una virtud que está muy ligada a la inteligencia es la humildad. 

Parte de la resolución de los conflictos, surge de la necesidad de dejar de lado los señalamientos y culpas.

Esto último es lo único que puede ayudarnos a no convertir cualquier situación en una guerra de egos.

Hay quienes manifiestan su enojo, a través de las bromas mal intencionadas o hacen uso de la ironía para dañar a otros. Eso se conoce como "ira encubierta", y así como esa, existen distintos tipos de máscaras usadas por el enojo para ocultarse.

Otros se callan para demostrar que están enojados (ley del hielo). La respuesta común de este tipo de máscaras es decir: "no pasa nada", cuando en realidad hay mucho más de lo que dice.

Muy común es también la ofensa y la humillación como estrategia de defensa, para no reconocer el gran problema que tenemos dentro. La ofensa y la humillación la posee la persona enojada, y su reacción es echarle en cara al otro lo que ve y siente en sí mismo (El espejo). 

Y así podríamos seguir enumerando muchas máscaras más que usa el enojo para ocultarse, como por ejemplo el acoso, los gritos, los ataques de histeria, la manipulación sicológica, etc. 

Cualquiera que sea la máscara que use para ocultarse, el enojo siempre tiene su origen en los juicios de valor que están en nuestra mente. 

Por ello, es importante que al momento que nos encontremos con cualquiera de las situaciones antes señaladas, no perdamos de vista la verdadera razón que las impulsa. Estas son simples máscaras o reacciones que se manifiestan por causa de un enojo mal administrado por la persona.

Por ejemplo, un marido que vive insultando y humillando a su esposa delante de los demás, lo hace para ocultar el enojo que tiene contra si mismo. Normalmente son personas que cuando niño sufrieron de humillaciones por parte de sus padres o de algún otro familiar. Ese trauma no resuelto, generó en él una impotencia, que produjo a su vez la culpa que lo tiene enojado consigo mismo. La forma en como esa persona logra desahogar (no solucionar) su problema, es llevar esa humillación a otros, debido a que no puede hacerse más daño así mismo del que ya tiene.

¿Qué puede hacer esa persona?

El primer paso es buscar ayuda profesional de manera sincera, a fin de resolver su conflicto consigo mismo. El especialista le proveerá de herramientas para saldar esas deudas de su pasado, y adicional a ello, y no menos importante, le ayudará a encontrar el perdón para sí mismo.

La cuarta herramienta que hemos encontrado para apagar el enojo, es el perdón.

Hablar del perdón y de todos los beneficios que trae consigo para nosotros, nos alejaría por mucho del objetivo de esta lección, por lo cual, solo tocaremos algo muy particular de éste, esperando otra oportunidad para desarrollarlo con mayor amplitud.
 
Como creyente, siempre parto del principio, de que sin importar cuantos errores pueda cometer en mi vida, siempre cuento con un Dios amoroso cerca de mí, que no me mira con reproches, ni señala mis culpas, sino que abre sus brazos para recibirme y me extiende cada día su compromiso de hacerlo siempre.

Como escuche decir una vez: "Doy gracias a Dios por Dios"; su amor es sobremanera abundante y especial para conmigo, y estoy seguro que contigo también. 

Quien quiera ver a un Dios castigador, que se ofende por los errores que comentemos, que está dispuesto a azotarnos ante cualquier debilidad, no sabe en realidad quien es Él, y se está perdiendo de lo mejor.

Por Dios, reconozco que el perdón es una manifestación sublime del amor.

Cuando tengo la oportunidad de meditar sobre las situaciones que me incomodan o me hacen enojar, una de las preguntas que siempre llegan a mi mente es ¿Qué haría Dios en mi lugar?, y ¿sabes cual es la respuesta? Perdonar.

Cuando vivimos más en la disposición de perdonar, que en la de enojarnos por todo, no solo estamos demostrando nuestra capacidad de amar, sino que además, nos hacemos eco del pensamiento de Dios, y así mismo de su diseño para nosotros.

Aunque nos cueste entenderlo, Dios nos diseñó con la capacidad de enojarnos (mecanismo de defensa), al igual que con la capacidad de mantener el enojo bajo control.

Apagar el enojo es tan factible como encenderlo. Todo depende de lo que nosotros deseemos hacer. 

Perdonar a los demás empieza por perdonarnos a nosotros mismos. Perdonarnos a nosotros, implica entender y justificar los pensamientos que nos llevaron a contender con nosotros mismos, y así, reconciliarnos con nuestro pasado. Si aplicamos lo mismo a lo externo, buscaremos siempre la manera de justificar a los demás y eso nos llevará a perdonarlos.

Una máxima con la que construí muchos pensamientos en mi vida fue esta: "Yo nada puedo perdonar en el presente, porque ya todo lo perdoné (pasado)".

Tener una actitud reconciliadora, dispuesta a ver a la persona enojada como alguien que necesita ayuda, activará de inmediato el perdón.

Aprende a perdonar y vivirás menos enojado.


Todo el problema del enojo tiene su origen y su resolución en la mente. 

De nada vale todo lo que hemos compartido sobre el tema del enojo, y las herramientas o principios para tenerlo bajo control, si no tenemos la correcta conexión con los pensamientos que gobiernan nuestra mente.

No se puede llenar un vaso con jugo de naranja si ya está lleno de merengada de chocolate. Para poder usar el mismo vaso, debo vaciar primero el chocolate, y luego lavarlo correctamente para poder verter el jugo de naranja dentro de el.

Así trabaja nuestra mente. Por mucho que queramos llenarla de cosas nuevas, no podemos hacerlo sin vaciarnos de las viejas.

Un viejo hábito solo se elimina sustituyéndolo por uno nuevo, y así mismo, un nuevo hábito no puede ser instaurado en la mente, mientras exista el anterior.

Una cosa va con la otra, por eso, en muchas de las citas bíblicas que hemos usado, encontramos palabras como "dejad", "abandonad" y "despojaos". Todas esas palabras se resumen en una sola expresión: "soltar la carga”. 

Siempre que te encuentres una persona con "piedras en las manos", revisa muy bien cuantas hay en las tuyas.

Soltar lo viejo es necesario para poder tomar lo nuevo. 

Tenemos una única mente, por eso debemos hacernos conscientes de lo que en ella está depositado.

Educar nuestra mente para controlar el enojo, pasa por un proceso de desaprendizaje de antiguos pensamientos corrompidos, junto con la asimilación de nuevos pensamientos enriquecedores. Humanamente es imposible vaciar la mente del todo para luego llenarla con algo más.

Lo que definitivamente transformará nuestra vida en relación con el enojo es cambiar nuestros juicios de valor, y eso se logra con práctica y mucha disposición.

En este punto cerraremos con nuestra quinta y última herramienta: Escuchar diligentemente y hablar con lentitud.

La primera reacción de nuestra mente para afrontar un conflicto es la palabra, luego, según el calor de la situación nos vamos a lo físico. Las palabras son la primera línea de defensa que utiliza el enojo a nuestro favor, por eso, en la lamina anterior observamos que nos sugieren que seamos "lentos para hablar y lentos para airarnos".

La rapidez que usamos para hablar es la misma que aplicamos para enojarnos, por lo cual, si aprendemos a controlar lo que decimos, estaremos también en la capacidad de controlar el enojo.

Esto último va muy ligado a lo que aprendimos acerca de la palabra blanda, pero llevado a otro nivel. Cuando nos damos el tiempo suficiente para meditar la respuesta que vamos a dar, podemos no solo controlar el enojo, sino que además lograremos ser asertivos en las palabras que usemos.

Darte tiempo para meditar cada respuesta, puede ser la diferencia  entre resolver un conflicto o empeorarlo.
 
El éxito en la meditación de las respuestas, está en la rapidez que tengamos para  escuchar. ¿Qué significa esto?

Es imposible tener una respuesta clara y precisa, desprovista de rasgos egocentristas de enojo, sino estamos atentos a la realidad que tenemos presente.

Como ya dijimos anteriormente, una persona enojada, está manifestando su vulnerabilidad. Se está defendiendo según sus juicios de valor.

Si no "escuchamos atentamente" las señales que esa persona nos está enviando desde su posición, jamás estaremos en la capacidad de ayudarla y mucho menos resolver el conflicto.

Debemos ser rápidos en captar el problema, no ver las "piedras en las manos" de la persona, sino el peso que hay en su mente. Cuando una persona enojada, percibe interés de la otra por ayudarla, de alguna forma, siente que puede bajar sus defensas, y abrir la oportunidad para dejarse ayudar, aún sin reconocer cual es su verdadero problema.

Esta quinta herramienta es clara. Seamos ágiles en escuchar o percibir el problema real, y lentos en responder ante el enojo. Enfoquemos más la atención en la persona que en el problema.

Esto último nos facilitará la comprensión de la situación, y nos servirá como punto de partida para encontrar las palabras correctas, que permitirán solucionarla.

Como te habrás dado cuenta, en cada una de las explicaciones, hemos orientado indiferentemente el enojo, tanto desde el aspecto personal como desde el punto de vista de un tercero. 

Esto fue intencional, debido a dos aspectos: primero, porque a veces es mas fácil identificar el problema en otros antes que en uno mismo; y segundo, porque el entender como funciona el enojo dentro de mi mente, me ayuda a entender como funciona en la de otros. 

No podemos cerrar este tema, sin antes invitarte a que leas y conserves la última lámina que acompaña esta lección. En ella se encuentran resumidos los principios o herramientas para apagar el enojo en tu vida.

Recuerda que cada cosas aprendida acá debe verse siempre desde el enfoque del amor. 

En la medida que ayudes a solucionar en otros el problema de enojo, aprendes a solucionarlo en ti. 

El ego no sirve al propósito de Dios.

Enojarse, es algo totalmente natural, pero mantenerlo bajo control requiere de mucha disposición de nosotros.

Dios te ha dotado de forma natural con inteligencia emocional, solo necesitas poner todo tu esfuerzo y entrenarte para que despierte desde dentro de ti. 

No te niegues la posibilidad de influenciar a otros de manera correcta con tu actitud. 

Hay muchas personas que observan tu comportamiento, sobretodo tu familia, quienes necesitan también aprender a manejar correctamente el enojo, así que, no ceses en aprenderlo por ti y por ellos.

Recuerda que no hay nada imposible para el que cree.

Dios te bendiga

Pastor César González
Lcda. Nathali Vilchez




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