domingo, 12 de julio de 2020

La Fragancia del Exito




Cada sentido de nuestro cuerpo es estimulado de una manera en particular, y en cada estimulo, se desatan en nosotros distintos tipos de reacciones, conectadas todas estas a sentimientos, sensaciones y recuerdos, que varían en significados tanto en el tiempo como en cada individuo. 

El olfato, por ejemplo, es un sentido que tiene una muy poderosa conexión con nuestros recuerdos de la infancia. Es el segundo sentido en activarse ante el medio ambiente una vez que nacemos (el primero es el oído), aunque algunos aseguran que es el primero. 

Existen olores característicos relacionados con eventos, personas y lugares relevantes en nuestras vidas. Por eso, así como que cada cosa tiene su color, también tiene su aroma particular. 

El olor del regazo de nuestra madre, de la comida que preparaba, del hogar en que nos criamos, de la tierra mojada de nuestro patio, etc., son imágenes olfativas que no se desprenden de nuestra memoria a pesar del tiempo, y desatan en nosotros infinidad de sensaciones. 

Una fragancia en particular puede desatar muchísimas emociones, algunas buenas y otras no tanto. 

Hay quienes el olor a lluvia por ejemplo, les llena de tristeza o melancolía, mientras que a otros nos regala una sensación de paz y de felicidad.

Por otro lado, hay aromas que son insoportables para algunos, como también pueden ser imperceptibles para otros. Todo depende de la sensibilidad hacia esos olores.

Pero como casi todas las cosas en la vida, el problema que tengamos con nuestro olfato, no radica tanto en la fragancia, como en la asociación que hacemos de esta o de lo que representa en nuestra mente.

Las cosas siempre serán tal cual las percibimos. Todo depende del olfato de cada quien.

No importa si algo es bueno para todos, siempre habrá alguien que lo considerará malo.

En la vida, queramos o no, estamos en una carrera para “alcanzar” aquellas cosas que nos interesan o requerimos para nuestra felicidad. La mayoría de las cosas “buenas” o especiales, se encuentran al final de un camino de obstáculos.

Normalmente ese tipo de “cosas” que perseguimos no siempre están disponibles para todos, incluso algunas son tan exclusivas, que son irrepetibles.

Consideremos por ejemplo el caso del matrimonio. Solo existe una sola persona en el mundo como tu espos@. A los hombres, casi siempre, nos toca hacer malabares y montar estrategias de conquista para lograr enlazar a esa mujer especial con la que queremos compartir nuestra vida. El que ella sea única y especial para nosotros, hace que el tiempo y los recursos invertidos para enamorarla valgan la pena.

Pero considera algo. El hecho de que tú la hayas conquistado, le arrancó toda la posibilidad a algún otro pretendiente.

Siempre el éxito de alguien puede traducirse en el fracaso de otro(s). Eso es inevitable.


El “éxito” como objetivo en cualquier área de nuestra vida,  se presenta como un perfume altamente valorado, que puede convertirse en una fragancia mortal para quien no lo alcanza, una vez que lo percibe en la estela del otro.

 




En el texto, el apóstol Pablo, hace una referencia histórica y cultural de su época, con el objeto de enseñar un principio espiritual, a través de la visualización de un hecho conocido. 

En los tiempos del imperio romano, las huestes vencedoras tenían por costumbre, llevar consigo los bienes de valor conquistados en las batallas y cualquier otro artilugio que sirviese de trofeo para exhibirlos en calidad de botín.

Como parte de ese mismo botín, los soldados tomaban en cautiverio, a aquellos de sus enemigos que se rendían en batalla o que representaban algún tipo de elite particular dentro de las filas contrarias, razones por las cuales, no eran asesinados en el instante, sino que eran maniatados y llevados como rehenes. 

La entrada del ejército triunfador a la capital, era acompasada al ritmo de alabanzas provenientes del pueblo que victoreaba a sus campeones, en una especie de desfile, que iba desde las afueras de la ciudad hasta el famoso coliseo romano. 

En el trayecto, los soldados eran coronados con ramas de olivo, elevándolos así a la calidad de héroes y/o semidioses, a la vista del pueblo, quienes quemaban a su paso, una combinación de incienso especial, que emanaba en un magnifico aroma: el aroma de la victoria. 

Este júbilo perfumado, se contraponía con la pesadumbre, el miedo y el inminente ambiente mortífero, que embargaba a quienes habían sido tomados como rehenes durante la batalla, y que ahora, veían sus vidas al borde del peligro en la medida que se acercaban más y más al coliseo, donde sus cuerpos, serían entregados para ser masacrados, en una brutal y desigual lucha, ante gladiadores y bestias salvajes. 

De esta forma, los romanos se encargaban de darle una estocada final a sus enemigos, usándolos en una denigrante, perversa  y espeluznante carnicería, ante los ojos de todo el imperio. 

Por eso, el aroma de los inciensos que se encendían a favor de los soldados romanos, remembraba sus éxitos, sus logros, y todo aquello que los hacía sentirse victoriosos. 

Para el pueblo, que no participó en la batalla, ese aroma era un recordatorio de la fuerza, solidez y capacidad de su ejército, y así mismo de sus gobernantes. Les señalaba que podían sentirse seguros, tranquilos y protegidos. 

Para los gobernantes, y en especial para su emperador, el aroma del incienso significaba la fortaleza y el empoderamiento de su figura, y del imperio que representaba. 

Pero todo lo contrario era para los cautivos. Este aroma en vez de victoria, era de derrota. El incienso solo les recordaba su fracaso, frustración y ahora les vaticinaba su muerte. 

La fragancia era dulce y viva para unos, y amargamente mortal para otros.

Pero la fragancia era la misma, solo  que no representaba lo mismo para todos los involucrados.


Siempre habrá quien pierda, cuando hay uno que gane

 

Lo narrado al inicio de esta sección, encaja perfectamente con la introducción que hiciéramos, y con el titulo de este articulo. 

Con base en nuestra experiencia, no hay manera de que podamos complacer a todas las personas al mismo tiempo ni de la misma forma en cualquier cosa que hagamos.

Esto no depende de nosotros sino de la dinámica de la vida. 

Hay un solo primer lugar en cualquier cola, no hay dos, así como también solo hay un último. Hay un solo puesto disponible para Gerente General en una firma. Hay un solo puesto para conducir tu vehículo. 

Como lo veamos, hay cosas que son únicas y especiales, y otras a las que simplemente solo algunos tienen acceso. 

 

Debemos ser conscientes e inteligentes para saber manejar desde nuestra perspectiva, tanto el éxito como el fracaso

 

¿Has notado que cuando tú eres exitoso en algo, siempre hay alguien que no está de acuerdo con eso o que se enoja? 

Yo particularmente lo he vivido muchas veces, y como todos, siempre me hice la pregunta: ¿Por qué? 

Lo primero que debemos reconocer es que nuestro éxito no tiene porque ser el éxito de todos. Hay cosas que involucran a los demás, pero otras que simplemente te sirven a ti. 

Lo segundo que debemos entender, es que por las leyes universales de equilibrio, el éxito de uno saca a relucir el fracaso de otros. 

En esto quiero detenerme un momento. 

Conozco de una persona trabajadora que es muy dedicada en su oficio, siendo muchas veces proactivo, colaborador con todos  y dedicadamente responsable en lo que se le asigna. Debido a eso, suele destacar o brillar siempre por encima del resto de sus compañeros, al momento en que su desempeño es evaluado. Me consta que en él solo existe una necesidad imperante de hacer un buen trabajo todos los días, porque tiene el privilegio de “amar” lo que hace. No lo hace por competencia o por tratar de sobresalir. 

Esto es un problema al momento de evaluar al resto de sus compañeros, debido a que su supervisor no puede, por justicia, igualar las evaluaciones de todo el personal, situación que por supuesto genera descontento. 

Esta persona estaba consciente del malestar que generaba su éxito en los demás, y por supuesto no se sentía nada cómodo con ello, pero no podía de ninguna forma bajar la calidad en su desempeño por tratar de beneficiar a los otros, sin embargo, nunca dejó de colaborar con ellos, a veces sin que se lo pidieran. 

¿Estuvo mal la actitud de él en no bajar la calidad de su trabajo para que su “éxito” no afectara al resto de sus compañeros? 

Estoy convencido de que fue la mejor decisión, porque su dedicación y responsabilidad inspiraron a algunos a mejorar su rendimiento, lo cual, redundó en un mejoramiento de sus actividades, y por ende, en la evaluación de muchos. 

¿Lo entendieron todos así? Pues no, porque algunos siguieron actuando de la misma forma y quejándose aún mas por su mala evaluación.

El éxito es muy difícil de ocultar, pero aún más lo es el fracaso.

 

Hay quienes gustan vivir bajo la mentalidad de perdedores, y por eso no comulgan con las personas exitosas, porque eso saca a relucir lo que realmente son

 

Pido disculpas si estas últimas palabras sonaron ofensivas, pero lamentablemente eso es así. Es por eso que las personas con mentalidad de perdedores, detestan que otros triunfen, y mucho más, si el éxito de estos, revela que aquellos que no lo lograron, fue porque simplemente no lo intentaron. 

Mi mamá decía mucho: “No hay peor diligencia que la que no se hace”. La característica principal de una persona con la mentalidad de perdedor es que nunca se esfuerza por siquiera intentar alcanzar eso que tanto anhela. 

Normalmente muchas carreras se pierden en el punto de partida, por eso quienes tienen la voluntad de arrancar y llegar a la meta, sin importar la posición que alcancen, en mi humilde opinión, son personas exitosas.



Tú éxito puede marcar la diferencia para bien o para mal. Eso no debe  preocuparte.

Tú única ocupación debe estar en ser cada día mejor de lo que eres ahora, y empeñarte en alcanzara tus metas y sueños. De solo intentarlo ya eres exitos@. 

Lo bueno de las personas exitosas, es que siempre estarán rodeados de mucha mas gente que apreciará, valorará y reconocerá su éxito, que de aquellos que no lo harán jamás. 

Por esa razón, no recomiendo malgastar energías con ese tipo de personas. Recordemos que, lo hagamos bien o mal siempre se opondrán a tu éxito, y en algunos casos muy enfermizos, llegarán al punto de querer boicotearlo. 

La suerte es que los buenos somos más y los malos cada vez son menos. 

Siempre ten presente que el aroma de tú éxito tendrá doble lectura, una para aquellos que están abiertos a la vida, y otra para quienes están cerrados a ella. 

Tu éxito es el mismo, así como el perfume, que a algunos les hiede, mientras que a otros les resulta muy agradable. 

El aroma de éxito es una fragancia que todos aquellos que lo buscan quieren llevar, y aquellos con mentalidad perdedora suelen envidiar. 

Los que tienen mente de perdedores nunca se esfuerzan por alcanzar el éxito. Son inconformes e inactivos observadores, que desde el otro lado de la cerca quieren desinflar el globo de tus triunfos. 

La fragancia que emana de ti, le perturba, le daña, le duele, y también lo mata por dentro, porque en su interior, no consigue una explicación. 

Las personas con esta mentalidad tienen muchas carencias y su niñez fue marcada por heridas de abandono, rechazo o injusticia, que le hicieron creer desde muy pequeño que no se merecían nada, mucho menos ser feliz. En lo más profundo de su ser no creen merecer que les pasen cosas buenas, y en consecuencia, por mucho que deseen ser exitosos su subconsciente les dirá que el éxito es algo que no fue hecho para ellos. 

No quiero con este artículo desatar una clasificación absolutista entre personas exitosas y aquellos con mentalidad de perdedores. No existe tal cosa como el absolutismo en las personas. En relación con la gente, 2+2 casi nunca es 4, por lo tanto no podemos ser absolutos. 

Evaluémonos con sinceridad a nosotros mismos. Por más que lo procuremos, nunca podremos ser exitosos en todo lo que hacemos. Siempre estaremos en el margen de perder ante un reto o circunstancia. La diferencia radica en como solemos enfrentar esas derrotas. 

Una persona con mentalidad de perdedor, no solo tiende a fracasar con facilidad en lo que hace, sino que adicional a ello, se encuentra siempre en una predisposición para hacerlo. Por más que en su consciente quiere salir victorioso, hay un subconsciente lleno de heridas y traumas que tiende a sabotearlo.   

Las personas exitosas aprenden de cada derrota, y toman de ella el aprendizaje necesario para seguir adelante. De hecho, las derrotas nunca son vistas unidimensionalmente, porque siempre existe la posibilidad de sacarles provecho. 

Una persona exitosa conoce y considera sus limitaciones, hasta el punto de no establecerse metas sobre asuntos que no domina, y cuando el camino se vuelve intransitable en algún sentido, sabe como reacomodarse y cambiar su rumbo a favor. 

Una persona exitosa sabe en que momento frenar, seguir o simplemente abandonar un proyecto por inviable. Entiende cada derrota como una paso de avanzada en la dirección correcta. 

Todos crecemos con traumas y temores diferentes, y no todos reaccionamos de la misma forma ante ellos. Seamos sensibles ante el fracaso de los demás, sin menospreciar sus intentos, sus pequeñas victorias y sobretodo su humanidad, la cual, está dotada por Dios desde siempre para alcanzar sus metas al igual que tú. 

Si tú lo entiendes, otros lo entenderán también. No cambies la esencia de tu perfume, porque quizás algún día, el olfato de algunos podrá mejorar o adaptarse a el. 

Ten presente que el éxito atrae, pero también aleja. Lo importante es que sea tu éxito quien produzca ese efecto y no tú, con tu comportamiento. 

Como decíamos más arriba, debemos ser conscientes en la forma como manejamos el éxito y el fracaso, tanto desde nuestra perspectiva como desde la del otro. 

Esto último le dará el adicional que necesitan tus triunfos. 

No nos volvamos necios en nuestra forma de andar, antes bien, consideremos los tiempos que estamos viviendo, y entendamos de una vez por todas, la importancia que hay en influenciar a otros de manera positiva, por lo tanto, la cautela y la discreción en nuestras acciones es fundamental. 

Tenemos el permiso universal y divino de celebrar todas nuestras victorias, pero nunca las derrotas de otros. Esto es ruin y bajo, y nos acerca más a la mentalidad de perdedores. 

Has que tu aroma de victoria se esparza al punto que muchos puedan ser alcanzados por el, y no te preocupes de quienes en vez de ver en ti un perfume grato, solo pueden ver un insecticida. 




El éxito se caracteriza por no venir solo. Normalmente se requiere de mucho esfuerzo para alcanzar una meta, y en el camino aprendemos a valorar cosas de distinta manera, desprendiéndonos muchas veces de aquellas que eran importantes para nosotros en el momento, y que al final tuvieron que quedarse en la vía, para darle paso a otras mas valiosas. 

Nadie puede valorar tu éxito mejor que tú, porque solo tú conoces cuanto sacrificaste, cuanto perdiste, y a cuanto te negaste para llegar allí donde estás.

Cada ganancia trae perdidas, no solo para ti, sino también para los demás. Esa es la ley del equilibrio.

No llegaste a donde estás haciendo feliz a todos, pero si puede que a muchos.

Como ejemplo retomamos el tema del matrimonio.

Estoy seguro que en la fila de pretendientes al corazón de mi esposa, pudieron existir muchos que se atrevieron a intentarlo, como otros no, pero lo que mas me interesa a mi, es que fui yo el seleccionado, soy el ganador, y muchos están feliz conmigo y con ella por eso, como por supuesto habrá también alguno que no lo esté.

Me siento privilegiado, y cada día estoy consciente de que es así, por lo tanto me empeño en tener una relación matrimonial exitosa, porque sé que esto puede inspirar a muchas parejas, como también sé que puede molestar a algunas pocas. Hay quienes no son felices con el éxito de los demás, pero gracias a Dios son muy  pocos. 

Si mi matrimonio, el amor a mi esposa, o nuestra forma tan especial de tratarnos el uno al otro, causa escozor, rabia, fastidio o envidia; significa que esta haciendo el efecto correcto, porque la idea es que cada quien se de cuenta de su verdadera realidad, para que así pueda mejorarla. 

Recuerda que el éxito trae consigo también la revelación del fracaso. 

A Dios gracias, que hemos podido inspirar y ayudar a muchas personas y matrimonios. Y seguimos trabajando con empeño cada día en eso. 

Todo esto debe ser suficiente, para ayudarte a  entender que no debes prestarle atención a quienes adversan tú éxito o simplemente te envidian. 

Mientras no venga directamente por tu causa el alejamiento de esas personas, ten la tranquilidad y la confianza de que todo está saliendo bien, porque ciertamente la fragancia de tu éxito no le cae bien a todo el mundo. 

No te pongas en la posición de competir con nadie. Siéntete como un privilegiado por haber alcanzado tu nivel, y vive sabiamente con eso. 

No mires con absolutismo a las personas con mentalidad de perdedores, sino mas bien como individuos que están llamados a triunfar en otras circunstancias, en otros tiempos, y en la medida que puedan sanar todas sus heridas emocionales. 

Conserva la sensibilidad hacia los demás, característica fundamental de quienes viven de manera exitosa. 

Mantén y establece bases firmes para tu éxito. En realidad el éxito no es un “algo” si no un camino o proceso. Espero poder enseñarte eso en otra oportunidad. 

Tus fracasos particulares son solo pasos para retomar el camino en la ruta correcta. 

De momento te invito a que revises todas las veces que puedas este material, y analices cada detalle, porque hay muchas cosas que yo sé que Dios podrá enseñarte directamente a ti. 

Al final quiero regalarte una lámina resumen, la cual deseo conserves en tu corazón, anhelando en lo personal, poder saber de tus éxitos y de tu vida inspiradora. 

Deja que el perfume de tus triunfos, desate un furor a tu alrededor, seguro que los ángeles y la gente que te quiere, tienen ya el desfile montado… 

Bendiciones para ti y para tu familia.

 

Pastor César González




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