domingo, 11 de octubre de 2020

Esta es... Nuestra Historia


Recientemente alguien me propuso un ejercicio muy interesante. Pidió que me imaginara a mi mismo en una edad mucho más avanzada, y con la oportunidad de escribirle una carta a mi yo del pasado. ¿Qué diría esa carta? ¿Qué cosas me gustaría  incluir? ¿Quisiera que esté llena de remordimientos o de felicitaciones? 

Antes de darte mi respuesta, te invito a que hagas tú mismo este ejercicio. ¿Qué le dirías a tu yo del pasado? ¿Qué errores le sugerirías no cometer? ¿Qué oportunidades le sugerirías no perder? ¿Qué le pedirías que cambie de tu pasado? ¿Qué cosas no? 

Creo que en muchas ocasiones este ha sido el sueño de muchos de nosotros. Poder regresar en el tiempo para cambiar algunas cosas de nuestro pasado, es mas que imposible, y de poder hacerlo, siempre nos encontraríamos con la incertidumbre, de los efectos que tendrían esos cambios en el presente ¿Mejorarán o empeorarán las cosas para nosotros hoy? Eso también es imposible de determinarlo. 

¿Qué le diríamos a nuestro yo del pasado? ¿Qué queremos recriminarle? Esto último quizás, es nuestro mayor problema en el presente, y probablemente, es el origen de muchos conflictos del momento.

Ciertamente lo que ya sucedió es imposible cambiarlo ahora, solo nos urge resolver el problema existente, entre nuestro pasado y su relación con nuestra vida hoy.

No estamos en la posición de resolver el pasado, sino más bien de reconciliarnos con el. Somos lo que hemos vivido, las experiencias malas y buenas, así como las decisiones que hemos tomado.

Esto es parte de lo que somos… Esta es Nuestra Historia



Todo lo que hoy somos, está vinculado a nuestra propia historia.

Ineludiblemente hay partes de nuestra historia, con las que quizás no nos sintamos cómodos o que nos sean totalmente vergonzosas. Incluso, es probable que a la fecha, te sientas definido u otros lo hayan hecho por causa de esas situaciones, pero eso no implica que deba seguir siendo así.

Nuestra historia personal está llena de muchos desaciertos, de decisiones y juicios de valor equivocados, incluso de experiencias difíciles y de las cuales no nos atrevemos hablar con nadie más. Pero es nuestra historia, y es parte de lo que somos.

Partimos de la necesidad primaria de aceptar lo que hoy somos, y sobretodo lo que podemos llegar a ser.

No hay forma de cambiar lo que hemos vivido hasta ahora, pero tenemos la oportunidad de reconciliarnos con eso, y seguir adelante construyendo un mejor presente para nosotros mismos.

Muchos se obsesionan por tratar de borrar las huellas de su paso por algunos eventos de la vida, creyendo que lo podrán lograr. Incluso hay quienes ofrecen soluciones mágicas o terapias alternativas, como un medio para intentar borrar de la mente, aquellos eventos desagradables o traumáticos del pasado. Pero eso es imposible.

Por más que queramos, no podemos simplemente borrar de nuestra memoria lo que nos ha pasado. Por muy grave que esto sea, siempre estará allí en nuestro recuerdo, y aunque no lo tengamos presente, buscará emerger en cualquier momento en que nos sintamos mas vulnerables o se manifestará a través de nuestras actitudes.

¿Cómo lidiar entonces con esa parte de nuestra historia con la que no nos sentimos tan a gusto? ¿Cómo enfrentar los recuerdos de un pasado traumático?

La respuesta está en: Reconciliarnos con nuestra historia.

Tan diferentes como son la tierra y el cielo, así también lo es el pasado del presente. Dios dispuso reconciliarlo todo, incluso a ti, con tu historia.

He visto como los terapeutas profesionales, conducen a sus pacientes en la reconstrucción de esos eventos traumáticos de manera consecuente. ¿Por qué hacen esto? ¿Por qué someten, por ejemplo, a una victima de violación a revivir ese momento? La razón de esto, es porque ellos saben que los recuerdos no pueden ser borrados, y que la única forma de enfrentar estos traumas, es cambiar la relación que tenemos con ellos en el presente.

No se trata de volver bueno lo que evidentemente es malo. No se trata de cambiar el hecho, sino la actitud de la persona para afrontar ese recuerdo. Lo que se intenta es llevar a la victima de una posición vulnerable, a una de emponderamiento, de tomar control de esos recuerdos y verse así misma como una sobreviviente, con la capacidad de seguir adelante, a pesar de lo que le sucedió. Esto por supuesto, no es un resultado que se da de la noche a la mañana, y lo expuesto aquí, es apenas un resumen muy superficial de todo el trabajo que se lleva a cabo para alcanzarlo.

Lo que hay que destacar, es la importancia de reconciliarnos con nuestra historia, que parte principalmente de aceptarla. ¿Por qué es tan importante esto? Lo que muchas veces no nos permite avanzar en nuestra vida, es que vivimos con la inconformidad de lo que somos.

Eso nos hace mirar mucho al pasado, como buscando cambiarlo o resolverlo. Quien mira mucho hacia lo que ya pasó, es porque siente que aún existen cosas pendientes o que están a la espera por nuestra intervención en el pasado, para que las resolvamos. Eso es una evidencia de que no estamos reconciliados con nuestra historia.

“Si no hubiese hecho esto…”, “si hubiera actuado de una forma distinta…”, “si no  hubiera dicho lo que dije…”, etc. Todas esas son algunas de las muchas veces que revisamos nuestro pasado con inconformidad.

No quiero ser mal interpretado en este punto. Estoy muy de acuerdo, que hay cosas que se pueden reparar o redimir de nuestro pasado, pero las soluciones que vayamos a ejecutar, no pueden hacerse solo al nivel de la mente y los recuerdos. Las soluciones que necesites aportar la debes hacer en el ahora y de forma concreta.

Lamentarse, enojarse o regodearse en el pasado no acarrea soluciones sino desdichas.

Aceptar tu historia, es aceptarte a ti mismo, y en la medida que lo hagas, los demás también lo harán.

Si por ejemplo, estás pensando en iniciar una nueva relación, es importante que te aceptes a ti mismo primero, antes de poder tener la capacidad de hacerlo con el otro. Cuando dos personas se casan, lo hacen también con la historia del otro, con sus antecedentes buenos y malos, con el efecto de sus relaciones anteriores.

Nadie llega en blanco a una relación, pero puede ser que, a pesar de sus traumas y sus sufrimientos, su historia puede estar plagada también, de muchas luchas y aprendizajes sobre esas situaciones. Esa es la parte de la historia que necesitamos saber.

Un consejo. No te relaciones sentimentalmente con personas que no han aprendido a superar exitosamente sus relaciones anteriores, recuerda que te unes a esa historia y que te arriesgas a sufrir mucho. No te expongas al asumir el papel de doctor, psicólogo o terapeuta. Tú necesitas mejorar tu historia, no complicarla.

Jamás olvides que tu historia tiene un pasado, pero que aún mejor, tiene un presente brillante y un futuro mucho mejor, que aún no está escrito.

Tu historia aún se está escribiendo, y tú eres el autor de la  misma.



Etimológicamente, la palabra pecado significa: errar en el blanco (equivocarse).

¿Quién no se ha equivocado alguna vez en su vida? Reconocer esto es vital para sanar la relación que tenemos con nuestra historia.

Luego de aceptar tus errores, tus malas decisiones y las circunstancias adversas, que te llevaron a ser la persona que hoy eres, el siguiente paso para sanar tu historia es el perdón.

Perdonar es la clave para relacionarnos de manera correcta con nuestro pasado. Una de las cosas por la cual es difícil perdonar, es que muchas veces no estamos conscientes de qué y a quién perdonar.

El qué, solamente lo podemos determinar nosotros mismos, y muchas veces no nos percatamos de su existencia, porque la mayoría de las veces lo relacionamos con nosotros mismos.

Créanlo o no, muchas de las personas que han vivido con la sombra de una violación, se han sentido culpables por lo que les sucedió. Esa posición de victima indefensa, en vez de causarles comprensión o justificación para sí mismo, muchas veces se vuelve en su contra, causándoles la sensación de culpabilidad, la cual, de no ser tratada a tiempo, puede muchas veces llevar al suicidio.

Para sanar tu historia, debes primero perdonarte a ti mismo.

Muchos piensan que esta es la última etapa del perdón, pero yo la concibo como la primera. Si no puedes perdonarte a ti mismo, es muy difícil que aceptes el perdón de otros, y mucho más, el perdonar a los demás.

Incluso el aceptar el perdón de Dios es más difícil, cuando tú no puedes hacerlo contigo mismo.

Reconciliarte con tu historia, pasa primero por aceptarla y luego por perdonar cada capitulo en tu vida que te es incomodo, adverso y trágico.

La única constante en tu historia eres tu mismo, eres el protagonista y muchas veces el autor de cada episodio. Tus decisiones, afectos, compromisos, eventos y/o circunstancias, añaden un evento más a tu historia.

Si miras hacia atrás, y aún te duele o te enoja aquello que te dañó tanto en el pasado, es porque aún no te has reconciliado con el. Hay eventos que por ser muy traumantes, son tan difíciles de olvidar, que con tan solo un pequeño recuerdo, puede hacernos estremecer en cada fibra de tu nuestro ser. Sentir eso no nos hace malas personas, ni mucho menos enfermos mentales. Es tan solo el indicio de que hay mucho todavía que hacer en el presente, para avanzar hacia el futuro.

Debes aprender a perdonarte a ti mismo, por ese matrimonio fracasado,  por las malas decisiones en cuanto a tu familia y al trabajo, por los negocios mal habidos, por la mala gestión de tus emociones, por la falta de interés en los tuyos, por la infidelidad, etc.

¿Por qué crees que deberías pedirte perdón? Creo que lo principal sería, pedirte perdón por culparte de todo, y por no aceptar tus errores como un aprendizaje para ti.

¿Cómo te ves hoy? La respuesta de eso determinará como has sanado en relación con tu historia. Normalmente nos vemos (y nos juzgamos) a nosotros mismos, según lo que hemos vivido.

Afortunadamente, Dios es Eterno, es decir, que no está determinado por el tiempo, por lo que Él, no nos ve según nuestra historia, sino que lo hace desde la óptica de su diseño. Esa es una ventaja que debemos aprovechar, y así aprender a perdonarnos a nosotros mismos.

Es importante reconocer que cualquier error que hayamos cometido en nuestra vida, por muy grave que sea, jamás podrá afectar la visión que Dios tiene de nosotros. Él nos ve uno consigo mismo. ¿Cómo te ves tú en relación con Él?

Vernos como Dios nos ve, es la mejor forma de reconciliarte con tu historia, porque evitará que lo hagamos desde la perspectiva de los errores que hemos cometido.

Lo que has vivido es parte de ti, pero no determina lo que puedes ser. Tú eres mucho más grande que lo que ha sido tu historia hasta ahora.

Fuiste diseñado a la perfección, y ningún error del pasado puede alterar tu diseño.

Líbrate de la frustración que lleva consigo el pasado. Perdónate por aquello que no lograste o que salió demasiado mal.

Enfócate en escribir los mejores capítulos para tu vida, en base a la aceptación y al perdón.

En mi introducción, comenté que me propusieron un reto acerca de escribir una carta para mi yo del pasado, y quedé pendiente en darte mi respuesta:

He aprendido a estar en paz con mi historia, a pesar de todos los errores cometidos, y estoy tan feliz por lo que he alcanzado hasta ahora, que si pudiera tener a mi Yo del pasado frente a mi, primero le daría las gracias y luego lo felicitaría. 

Aprender a vivir con los desaciertos, pasa también por aceptar sus consecuencias.

No podemos devolver los años de infelicidad a una pareja decepcionada de su matrimonio, pero si hay la oportunidad aún en sus corazones, pueden trabajar con ayuda, en escribir nuevos y mejores capítulos a su historia.

Debemos aceptar que hay cosas que nunca fueron para nosotros, y entender que eso a la final ha sido bueno para nosotros. También es importante entender, que dentro de todas tus malas decisiones, siempre hay un punto desde donde aprender y emprender mejores cosas.

Somos nuestra historia y no tenemos hoy nada de que avergonzarnos, solo tomar de lo sucedido e impulsarnos a ser una mejor versión de nosotros mismos.

Puede que hayamos cometidos muchos errores en el pasado, pero para quien ve las cosas de una manera distinta, los errores pueden convertirse en experiencia, y éstas a la vez, se transforman en un aprendizaje.

Te invito a convertir esas experiencias en momentos de aprendizaje, tomando lo mejor que puedas de la situación,  y aunque te duela mucho al principio, mírate a ti mismo como un sobreviviente, como un triunfador, en esa y en cualquier circunstancia, por muy cruenta y difícil que sea de recordar o mencionar.

Apégate al perdón. No le des el poder de destruirte a las circunstancias del pasado, tampoco a quienes te hicieron daño. Pero eso sí, empieza por ti mismo.

Tú eres mucho más de lo que fuiste hasta ahora, tu pasado no te define, porque tu historia aún no se ha escrito del todo.

Sigue escribiendo nuevos y mejores episodios para tu vida…


Espero nos sigas leyendo

Muchas bendiciones

Pastor César González



lunes, 5 de octubre de 2020

Zona de Despegue


 

El impulso para iniciar este proyecto de escribir artículos semanales, provino principalmente de la necesidad que nos urgía por causa de la pandemia, de mantener el contacto con el grupo de personas, quienes durante varios años, nos vienen acompañando de manera continua, en nuestras reuniones habituales. 

Desde que comenzamos dichas reuniones, hace aproximadamente unos 10 años, pensábamos que en algún momento nos tocaría expandirnos hacia otras latitudes, siendo que, las iniciáramos en nuestro propio hogar, y ya a la fecha, contamos con dos localidades equidistantes la una de la otra. 

Debido a la situación de la pandemia, nos vimos forzados a reinventarnos hacia esta nueva modalidad, lo cual, nos ha resultado en un mayor provecho, ya que gracias a la tecnología y al Internet, hemos podido alcanzar a muchas mas personas por esta vía, en lugares incluso más lejanos.

Tú eres parte de ese logro, y por ello estamos agradecidos con Dios y contigo, de que  puedas hoy tener acceso a este mensaje, que es solo una parte, de los muchos recursos que ya se encuentran disponibles, y de otros, que en el tiempo estaremos compartiendo con ustedes.

Es así, como podemos afirmar, que es común para los seres humanos que, para abordar cualquier proyecto en la vida, sea este de carácter personal o profesional, todo comienza con una semilla, con un primer paso. Para poder llegar mucho más allá de donde estamos hoy, debemos ciertamente arrancar desde un punto de partida, el cual, se encuentra muy cercano de nosotros.

Puede que tengamos grandes expectativas acerca de nosotros mismos y de nuestros planes para el futuro, o tal vez nuestros sueños sean mucho más grandes de lo que cualquiera en nuestra posición pueda anhelar, pero lo que si debemos tener claro es que, todo comienza en nosotros y en nuestro entorno más cercano.

Antes de poder gritar: ¡Al infinito y mas Allá!, tal como lo diría un famoso personaje infantil, yo te invito a que mires primero un poco mas cerca, hacia el reducido universo que tienes frente a ti.

Ponte cómodo e iniciemos nuestro viaje, desde nuestra Zona de Despegue




Todo plan que tengas para ti mismo, comienza en un punto específico, el cual es siempre, el lugar donde te encuentras actualmente.

Muchas cosas se podrían explicar del pasaje bíblico que precede esta sección, pero nos concentraremos en la última parte del mismo. En este, Jesús ya resucitado, se despide de sus discípulos, no sin antes prometerles un poder especial (El Espíritu Santo), el cual les otorgaría la facultad de hablar o “testificar” en su nombre, comenzando en la ciudad de Jerusalén, siguiendo luego en las regiones de Judea y Samaria, para luego finalmente ir por los lugares mas lejanos del mundo.

Jerusalén era la capital de Judea, y era el lugar donde los discípulos se encontraban en ese momento. Era su punto de partida, su zona de despegue.

Como se puede observar, el plan para poder llevar el “mensaje” encargado por Jesús, se iniciaba en un lugar cercano.

Hay quienes planifican de forma incierta sobre supuestos estados o momentos que aún no existen.

He escuchado decir con muchísima frecuencia, incluso de mi propia boca: “Cuando yo este en tal posición haré tal cosa” o “cuando tenga tal cantidad de dinero podré hacer esto otro”, etc.

No estamos negándonos a que soñemos o que aspiremos a algo mejor para nosotros, el problema está, cuando lo queremos hacer ubicándonos desde un  futuro incierto.

No es sencillo planear un futuro, cuando en el presente pareciese que no tenemos nada con que garantizarlo. Por eso, apelamos a la posibilidad que algo ocurra (esperanza), para poder establecer lo que queremos lograr finalmente. Es allí donde la mayoría de nosotros nos equivocamos.

Esto nos pasa a todos, y aunque no parezca de importancia, lo es en un sentido muy amplio. Tendemos a postergar nuestros sueños y proyectos porque no nos sentimos capaces o con los recursos necesarios para lograrlo en el momento.

Expresiones como las que mencionábamos anteriormente, ponen en pausa nuestra mente y no nos dejan avanzar, ni mucho menos ver, aquello con lo cual “contamos” en el momento para cumplir nuestra metas.

Debemos aprender a concretar nuestros sueños, dándoles una forma más tangible y cercana a nuestras expectativas presentes. Te parecerá igual, pero no es lo mismo decir: “cuando tenga mucho dinero, me compraré una casa grande”, a declarar: “cuando las acciones que estoy aplicando en este momento para mi negocio comiencen a generar ganancias por encima de los mil dólares mensuales, me mudaré a mi casa nueva…“

La segunda expresión, aunque un poco más larga, le da sentido y orientación al sueño de tener una casa grande. Ciertamente, habla de un asunto del futuro, porque todavía no hay una casa donde mudarse, sin embargo, hay elementos que comprometen el presente, con acciones que se están ejecutando. ¿Estoy ejecutando en realidad esas acciones? Bueno, quizás no en lo físico pero si en lo mental. Ya la sola declaración que acabamos de hacer, predispone nuestra mente para ver dichas acciones ejecutándose.

Cuando hice este ejercicio para mi mismo, inmediatamente me pregunte: ¿Qué estoy haciendo actualmente para mi negocio? Y aunque no se vea de momento, puedo asegurarles que, tengo seis meses estudiando y aprendiendo con los mejores mentores que he conseguido en Internet, para catapultar mi negocio de ventas a un nivel superior.

Reconocer esto, me permite planear mi futuro en base a hechos concretos del presente, y a expectativas reales en el futuro.

Hay quienes dirán que mi declaración sobre los mil dólares mensuales es muy ilusa, pero para mi es mas ilusorio creer que voy a comprarme una casa grande, “cuando algún día tenga mucho dinero”. ¿Qué opinas tú?

Fíjate ahora en esta frase: “Voy a buscar un poco mas de tiempo para dedicárselo a mi esposa”. Puede parecerte muy tierna o romántica, pero esta frase está desprovista de todo compromiso. No hay definición de tiempo ni de acciones concretas ¿sabe acaso este hombre que le gusta a su esposa? Creo que ni lo ha pensado.

Yo me atrevería a cambiarla así: “Dedicaré en adelante cada sábado para compartir con mi esposa de las cosas que nos gustan a ambos, como: pasear en el parque, comer en un restaurante, ir al cine, comer helados, etc.” ¿Ves alguna diferencia? Yo veo muchísima.

La falta de tiempo y de  dinero siempre se han visto erróneamente como  excusas plausibles para poner en pausa las acciones que hemos de ejecutar a favor de lo que en verdad anhelamos.

No hay más tiempo que el presente, porque no sabemos hasta que día estaremos en este mundo. En el caso del dinero, hay muchas cosas que se  pueden hacer sin el. ¿Cuántos de nosotros anhelamos en este momento de pandemia poder salir de nuestras casas e ir a caminar libremente en un parque? ¿Cuanto cuesta eso? Nos complicamos más de lo necesario. (Te invitamos a leer nuestro artículo: ViveSencillo, Vive Feliz)

Has los ajustes que creas convenientes en las dos frases que te hemos dado de ejemplo y complétalas con tus necesidades particulares: ¿Cuantos cuartos debe tener esa casa? ¿Cuantos baños? ¿Tendrá piscina? ¿Qué tan grande será esta? ¿De cuantos pisos será? ¿A dónde le gusta ir a mi pareja? ¿Qué hobbies podemos compartir? ¿Cuál es el lugar más cercano al que podemos ir con poco dinero? ¿Qué tal si salimos a ver tiendas?

Si vas a soñar, atrévete a soñar completo, no trunques el futuro pensando en lo que no tienes ahora. Concéntrate en ver lo que tienes hoy.

Te propongo hacer un ejercicio. ¿Cuantas frases similares a las mostradas anteriormente puedes construir de manera correcta? Escríbelas en un papel, y si compartes esta lectura con alguien más, háganlo en conjunto.

Recuerda que es en el presente y no en el futuro, donde podrás encontrar una zona de despegue, desde donde arrancar tus sueños.

En el pasado cercano, los negocios los hacían las personas que tenían dinero. Quien tuviese un capital por ejemplo, para adquirir una franquicia de comida rápida, se consideraba como una persona exitosa en todo sentido. Aunque estos son muy buenos negocios, sucede que a veces, como ocurrió en mi país, muchos de ellos estén cerrados al día hoy, incluso mucho antes de la pandemia.

En el mundo del emprendimiento actual, se ha demostrado con bastante firmeza, que no se requiere de mucho dinero para empezar un negocio exitoso, incluso hay quienes lo han hecho sin tener nada en sus bolsillos.

Quien emprende hoy en día, lo hace desde el punto mas cercano así mismo,  que corresponde a las habilidades y destrezas que posee.

En esta pandemia, he visto como muchas personas han emprendido negocios, y a pesar de que la economía actualmente está de cabeza, han logrado salir adelante con su proyecto.

¿Tenían mucho dinero? No. ¿Alguien los ayudó? No directamente, pero una característica fundamental del emprendimiento, es que te lleva a formarte, a evaluar todas las posibilidades de tu entorno, a conectarte con otras personas emprendedoras, y a trabajar con el corazón. Ese es el capital con el que arrancaron sus negocios, y es el mismo que tú necesitas ahora, solo debes descubrir esos recursos en tu zona de despegue.

Tú tienes el poder…

Algo parecido está en cada uno de nosotros. Dios nos dotó con talentos, habilidades y destrezas particulares, que incluso pueden estar escondidas a nuestros propios ojos.

Antes de ir, más allá del horizonte, debes primero cumplir tu propósito en Jerusalén, es decir, tu entorno más cercano. No podemos correr si antes no aprendemos a caminar.

Todo tiene su proceso, nada valioso y duradero se logra de forma instantánea.





Antes de poder enseñar a otros, yo tengo el compromiso y la responsabilidad primero conmigo mismo de aplicarlo a mi vida y luego enseñarlo con mi ejemplo a mi familia. Ellos son mi Jerusalén.

Es impensable y a la vez incoherente, que dedique tiempo para ayudar a otros en su crecimiento espiritual, y que mis hijos y mi esposa no reciban de esa misma instrucción. Debo aclarar que esto último, no implica que mi familia deba ser infalible, porque para ser sincero, yo tampoco lo soy, pero es menester, que ellos sean mi experiencia más cercana de enseñanza.

En una oportunidad Pablo le escribe a su amigo Timoteo, sugiriéndole que al escoger a los lideres de su comunidad, pusiera mucho cuidado, entre otras cosas, en la reputación que ellos tenían es sus propios hogares (1ra Timoteo 3:4). No es sencillo ser un líder, pero es más difícil ser esposo y padre, porque hay involucradas muchas mas emociones, y porque tu equipo, son las personas mas importantes de tu vida.

¿Cómo inspirar a otros, cuando no puedo hacerlo con los míos? Como dije, es incoherente, pero pasa muchísimo, debido a distintos factores, principalmente a la falta de consistencia entre lo que decimos y lo que hacemos.

Para explicártelo te daré un ejemplo real. Cuando escribimos los artículos sobre el enojo (Apaga El Enojo Parte1 y Parte2), muchas cosas pasaron en mi hogar y sobretodo en mi comunidad, que nos llevaron a contener las confrontaciones que surgían tanto internas como externas hacia nuestra familia. Vivimos días difíciles, donde nuestro autocontrol estaba contra las cuerdas, debatiéndonos entre darle cabida al enojo o mantenerlo sujeto.

Nos apercibimos, de que estábamos siendo probados en nuestra capacidad de ser coherentes con lo que enseñábamos, y esa revelación nos ayudó a mantenernos firmes y a salir victoriosos al final.

La vida en su totalidad nos somete a prueba constantemente, pero es el hogar donde se encuentra el laboratorio principal para desarrollar los mecanismos y estrategias que nos permitirán desarrollar los dones que Dios nos ha dado.

Reconozcámoslo o no, es más fácil perder los estribos en tu casa que en tu trabajo. Es más sencillo insultar y hasta irnos a las manos con nuestros hijos, que con nuestro jefe, por causa de una bravuconería.

No es solo para los niños que se dice que el hogar es el sitio de aprendizaje primario. Es en nuestro hogar donde primero debemos poner a prueba cada cosa que aprendemos, mucho más si es acerca de nuestro crecimiento personal. Debemos despegar desde este punto. Si tus seres queridos no pueden percibir el cambio que estás logrando, nadie más lo podrá percibir.

Es cierto, que mientras mas cercana sea la persona de ti, se siente más en el derecho de criticarte, que en el de aprobar tus logros. Posiblemente sea el caso de muchos de nosotros, pero es esta experiencia cercana la que te dará la visión mas franca (no necesariamente más real) de lo que has logrado.

En la Biblia está escrito, que Jesús vino primeramente a lo suyo, pero los suyos, no le recibieron (Juan 1:11), y a pesar de eso, el continuó con su misión en la tierra hasta el final.

Puede que las críticas sean muy fuertes al principio, que los tuyos sean los primeros en abandonarte cuando aún nada tiene sentido para ellos. Pero el único que no puede abandonar lo “suyo” eres tú mismo.

Tu familia, tus dones, tus talentos y tu fe, forman parte de esa zona de despegue que tanto necesitas para poder alcanzar tus sueños.

Pero cabe una advertencia. Una vez que despegues, es importante que no te desconectes de eso que te llevó a donde estás. En cada estación de tu vida, necesitarás volver a empezar de nuevo. Cada etapa trae su propio comienzo, y como tal, también sus complicaciones.

Es allí donde radica la importancia de contar siempre con esa zona de despegue. El éxito no puede llevarnos a abandonar aquello que nos sirvió de impulso para lograr nuestras metas.

Sé exitoso, pero mantente siempre muy cerca de lo que mas valoras. Tu familia, tus principios, tus habilidades, y tu fe, te representan a ti mismo, perder alguna de ellas en el camino, puede ser lo más contraproducente, porque a la final, te perderías a ti mismo.

No hay que olvidar de donde venimos. Debemos ser agradecidos con lo que hoy tenemos, porque siendo “fieles” a lo presente, estaremos en una mejor disposición para alcanzar lo mejor en el futuro.

Esa fidelidad, requiere compromiso de tu parte, y es la mejor manera de consolidar un futuro brillante para ti y los tuyos.

Puede que hoy, tu zona de despegue esté oculta entre mucha maleza o tal vez no está en las condiciones más optimas para arrancar, pero es un punto de partida sólido, tangible, el cual, es imposible desechar.

Tú zona de despegue la configuran las personas y los talentos con los que cuentas, y como es tu mejor capital, es lo más valioso que tienes. No olvides darle siempre el mayor valor a estas cosas, y tenerlas como prioridad.

Recuerda siempre incluir dentro de tu zona de despegue, a ese ser especial llamado Dios, que aunque no lo veas o puedas sentirlo, siempre contarás con Él para impulsarte, darte ánimo y mantenerte firme ante cualquier circunstancia.

La vida es como un gran proyecto, y como todo proyecto hay etapas que cumplir, por lo cual, no pierdas tu enfoque desde cada principio que tengas, porque en cada paso que das, estarás mas cerca del final que Dios tiene reservado para ti.

Sea que tengas el sueño de emprender un negocio, de alcanzar grandes logros profesionales, construir un hogar o de vivir una vida más tranquila y feliz; para todo eso y demás, siempre debes contar con tu zona de despegue.

No confíes en la incertidumbre del futuro, forja en cambio, un futuro más cercano con las certezas de tu presente.

Nunca olvides que los tuyos estarán siempre en primera fila para aprender de ti. Confía plenamente en que ellos serán impactados por la mejor versión de ti mismo.


Ya estás en tu zona de despegue… solo inicia el vuelo, y que tengas un Feliz viaje…


Dios te Bendiga.

 

Pastor César González